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Ampliando horizontes: los cambios son para crecer

“No podemos convertirnos en lo que necesitamos ser, si seguimos siendo lo que somos”.

-Max Depree




A muy temprana edad tuve una lección que ha sido imposible de olvidar: ¡los cambios son inevitables! Uno de los más marcados en mi vida, inició con el cambio del hogar al cuido, y posteriormente, del cuido a la escuela. Recuerdo que no fue una experiencia de fácil manejo. A mi llegada a la escuela lloré, grité y salí corriendo detrás de mi mamá! La sensación fue extraña, y aunque en ese momento no hubiera podido describirlo con estas palabras, experimenté por primera vez un sentimiento de abandono. Mi mundo se transformaba y yo no entendía lo que sucedía.


¿Cómo se le explica a una niña de tres (3) años de edad que se enfrenta a un cambio y que estaba entrando por el umbral de la transición dentro de su proceso de vida? ¡Mi primera crisis de desarrollo! y no sería la última. Mi cuerpo cambiaba, mis juguetes, mis gustos, entre otros. Los cambios surgían tan espontáneos y naturales, que en ocasiones me eran desapercibidos, pero, ocasionalmente alguna persona cercana me hacía estar consciente de ellos con algún comentario: ¡Cómo pasa el tiempo!, ¡Cuánto has crecido!, ¿Ya sabes qué vas a estudiar cuando seas grande? Cambios, procesos, expectativas, todo alrededor cambia.


En la medida que crecía me percataba que los cambios son inevitables pero necesarios, que las transiciones y la capacidad de adaptarse a los cambios surgen de forma emergente, provocan reestructuración, organización enfoque y carácter; lo cual es necesario para continuar nuestro desarrollo y evolucionar como seres humanos. Desde esa óptica, los cambios adquirieron un significado diferente, se convirtieron en oportunidades de crecimiento, adquisición de conocimientos y madurez, a través de la experiencia. Los cambios expresan acción, transiciones o transformaciones.


Vivimos en constante cambio en nuestro entorno; cambia el clima, la naturaleza, nuestro cuerpo, nuestras relaciones, en fin, que si hay un asunto insistente en nuestras vidas son los cambios. Quizá algunos son más sutiles que otros, no todos tienen que ser de nuestro agrado; y también son necesarios. A través de ellos podemos realizar ajustes en nuestros estilos de vida, dirigidos a promover nuestro bienestar psicológico, físico, emocional y espiritual. Los cambios nos movilizan hacia el encuentro de nuestras metas y nos permiten mejorar nuestra calidad de vida. Algunos nos presentarán retos, probarán nuestras capacidades y sentido de compromiso, otros pondrán a prueba nuestras actitudes y formarán nuestro carácter. Sin embargo, por sí solos no actúan, por lo cual aceptar su valor intrínseco y sus aportaciones a nuestro proceso de desarrollo nos permitirá movernos y continuar hacia adelante.


Es natural que surjan sentimientos de “resistencia” dentro de los procesos de cambio, por lo cual es importante validarlos, tomarnos un tiempo para examinar y reflexionar sobre los mismos para poder accionar. Es decir, preferir la reflexión antes de la acción. Los cambios continuarán su curso para llevarnos a desarrollar nuestro potencial a plenitud e implican transiciones y procesos. No todos los cambios son acelerados o parecen grandes montañas por conquistar. Maxwell dijo “las vidas de las personas cambian, cuando ellas cambian algo que hacen cada día”. Ya sea que deseas mejorar tu salud física o mental, obtener oportunidades laborales o adquirir más conocimientos, cambiar actitudes, iniciar o dejar hábitos, cualquiera que sea tu meta, lucha o expectativa, reflexiona en los cambios que has realizado o aquellos que necesites realizar para que te dirijas hacia la meta planteada.


¿Qué puedes hacer cada día? ¿Qué te toca dejar de hacer? o ¿Qué te corresponde comenzar a hacer? No todas las contestaciones a nuestras interrogantes las tendremos al momento, sino que en ocasiones, el proceso en sí, nos llevará a las respuestas.




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