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Derrotada desde el saque



Hace unos días el presidente Obama hizo unas expresiones que me sorprendieron. Bueno, me sorprendió el titular de la noticia: “Obama: La ambición de Clinton podría ser cuestionada si se convierte en presidenta”. Inmediatamente pensé que el presidente se había vuelto loco y le había dado una estocada a su candidata a menos de 10 días de las elecciones. Leyendo la noticia pude apreciar su contexto y comprender que, lejos de una puñalada, el presidente utilizó la situación de Clinton para llevar un mensaje profundo a toda la nación y al mundo.


Utilizando el entorno humorístico de la entrevista con Samantha Bee, el presidente comparó los cuestionamientos que le han hecho con lo que Clinton podría enfrentar cuando sea presidenta. Según él, la gente dirá: “está cansada, está temperamental, está siendo emocional.” El presidente añadió que a la gente no le preocupa cuando un hombre es ambicioso, pero cuando se trata de una mujer se preguntan por qué.


Obama tiene razón. Clinton no será juzgada por su cualidades, sino por ser mujer. Para los que han olvidado nuestra historia reciente, lo mismo hicimos aquí con Sila Calderón. Los cuestionamientos que se levantan contra hombres y mujeres son distintos porque la sociedad trata a hombres y mujeres de forma distinta. Las editoras de esta revista escribieron sobre ese particular en el artículo “Cuando las mujeres chocan” del 19 de octubre de 2016 (para ver este artículo, presione aquí).


La importancia de nuestra actitud como sociedad ante una mujer como líder es la de minimizar aquellos rasgos que relacionamos con los hombres y destacar aquellos que relacionamos con las mujeres. Por eso, cuando una mujer ejerce decididamente su liderazgo se le acusa de ser “emocional” o estar “hormonal”. Hay muchos ejemplos de ello en todas las sociedades machistas del mundo (que son la mayoría).


Aunque podemos matarnos diciendo que eso se debe al machismo entronizado en nuestras sociedades, también tenemos que admitir que se debe a que nosotras mismas minimizamos nuestros roles de liderazgo buscando no aparecer ante otros, especialmente los hombres, como “hormonales” o “emocionales”. A nosotras mismas nos parece que debemos guardar cierta distancia, cierto decoro, cuando ocupamos puestos de liderazgo y tenemos que enfrentar situaciones difíciles. Por eso doramos la píldora y decimos “no se puede perder el caché”.


Ese tipo de actitud es la que nos derrota desde el saque. Las mujeres no podemos condicionar nuestras actuaciones a reglas cuya única justificación ha sido el sistema patriarcal del cual provenimos. No podemos dar la batalla si antes de salir al ruedo nos amarramos una mano en la espalda. No tenemos que justificar que podemos batallar de igual a igual con cualquiera, sea hombre o mujer, o que podemos liderar en cualquier situación, aún cuando una mujer nunca haya tenido esa experiencia anteriormente.


Nos conviene recordar que si permitimos a otros o nos permitimos a nosotras mismas actuar de formas “socialmente correctas” para que no nos llamen “hormonales” o “emocionales”, nos habremos puesto en una situación desventajosa de la cual será muy difícil recuperarnos. Cuando nos hacemos más chiquitas o más aceptables por el simple hecho de ser mujeres en roles de liderazgo, solamente estamos derrotándonos a nosotras mismas desde el saque.


 

Puedes ver la entrevista de Obama con Samantha Bee aquí:

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