Una casa es un diario con paredes
Tengo una familia que años atrás se mudaba constantemente debido al trabajo que tenía mi padre, en cada ciudad que llegábamos era una experiencia nueva para todos, en ese tiempo yo era pequeña de edad y me costaba entender esos cambios y difícilmente me adaptaba, sin embargo, mis padres llevaron esa carga por largo tiempo en silencio.
Mi padre me contó en una ocasión que cada vez que nos mudábamos, al pasar los días yo le preguntaba cuándo regresaríamos a nuestra casa (la anterior), eso le rompía el corazón y le llenaba de tristeza, saber que no nos podía dar un lugar estable donde pudiéramos crecer y sentirla como parte de nuestra vida.
No pasó mucho tiempo cuando llegamos a una pequeña ciudad en Venezuela, en el año 1989 que se convirtió en nuestro hogar para siempre, fueron pasando los años y cada vez nos sentíamos parte de ella, nos trajo momentos muy intensos, de alegría, de enojo, de tristeza y de amor. Ahí construí mi hogar, vi nacer y crecer a mis dos hijos, vi morir a mi padre, vi crecer a mis hermanos y me tocó decirles adiós, vi partir a mis amigos y recibir a los nuevos, vi pasar a los vecinos, tuve perros de todos los colores y tamaños, tuve gatos, loros, conejos, hámster, pollitos y tortugas, vi millones de lunas y de soles, me vi entrar por primera vez y me vi cerrar sus puertas por última vez.
Esa casa grande de paredes altas y ventanas amplias se convirtió en mi diario personal, fueron 32 años de constantes experiencias con momentos maravillosos y también difíciles. Decir adiós nunca ha sido fácil, pero el tiempo es nuestro mejor maestro, él se encarga de cerrar ciclos, heridas y abrir nuevos caminos.
En medio de la mudanza a mi nueva casa, todos mis amigos me daban palmaditas en la espalda, “tranquila, lo mejor es lo que pasa, por lo menos tienes casa propia y eso es lo que basta”, ¿lo que basta? y ¿mis recuerdos, mis momentos en ese lugar?, pude comparar una mudanza con una ruptura amorosa, esto duele en el alma, solo con la ayuda de Dios y el bendito tiempo superaré el dolor y el vacío que quedó en mi corazón cuando le di la espalda a la casa de mi niñez, de mi adolescencia y mi juventud. En momentos de soledad comprendí que no se trataba de extrañar paredes ni pisos, sino momentos y personas que me rodearon en ese lugar. Extraño las risas, los besos, los abrazos y las irritables cornetas de los carros a toda hora, pero así es la vida, el tiempo pasa, los amigos van y vienen, la familia crece y se expande, los intereses cambian y las almas buscan nuevas experiencias.
Ahora me veo sentada frente al computador llena de incertidumbres, de optimismo y de nostalgia. Busco en mis pines de Pinterest ideas para decorar mi nuevo hogar, reviso el Facebook por las nuevas tendencias, camino por otros rincones del internet para ver qué hacer con mi nuevo jardín y poder elegir el color de mis paredes, cualquier cosa que me llene de ilusión para empezar a construir un nuevo diario, uno que tenga historias hermosas, llenas de pasión, alegría y aventura.
El tiempo ha sido mi recurso de supervivencia, con el tiempo he podido crecer en alma, cuerpo y mente, sé que cada vez será mejor que ayer, cada cambio se transforma en una lección de vida y ese cambio está bien, a veces es necesario. Espero poder alentarte a crear tu diario de paredes a full color, solo tú tienes el poder de escribir tus propias historias, ¡sea el pasado que hayas tenido en tu casa, ahora tienes el poder de construir una nueva página y recibir el presente como lo que es, un regalo!
Lic. Rosa Montoya
Periodista, consejera de adolescentes
y community manager.
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