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Un Reto acompañado de un Duelo.

Por Rosairene Hurtado




El reto más grande de mi vida hasta ahora ha sido dejar a mi hija en su escuela por primera vez. ¿Por qué? He estado a su cuidado a tiempo completo la mayoría de los últimos dos años.


En principio la idea de enviarla a un lugar que no fuesen los brazos de su madre ha sido de mi esposo, se escucha dramático, lo sé, pero así exactamente lo sentí, porque él considera que ambas necesitamos espacios, de crecimiento personal en mi caso y desarrollo social en el caso de ella pues aparentemente no eran posibles de otra forma.


Luego el pediatra, pieza valiosa de nuestro sistema familiar, jocosamente el responsable de nuestra mediana estabilidad emocional y quién normalmente apoya mis teorías en lugar de las de mi esposo, me sorprendió con esta pregunta: "¿Has considerado, viendo lo adelantada que está tu hija en su desarrollo, que vaya al menos unas horas a una escuelita o algo parecido?" Primera puñalada en el centro del corazón. La segunda fue cuando al ver mi reacción y tratando de explicarse mejor añadió: “Ella entró a la etapa de independencia hace unos 6 meses y está incluso más adelantada que eso y tú al parecer estás aún en la etapa de apego…”.


Lo que sucedió después fue tan revelador que no hizo falta que me dijera que estaba relacionándome con mi hija desde el miedo de lo que no recibí los primeros dos años de vida y la culpa adelantada de que ella llegara a sentir que faltó más tiempo, más atención, más momentos, más amor. Una conversación con mi madre que afortunadamente aún puedo tenerlas en estas situaciones, afirmó esta revelación.


Durante los dos meses previos al día de la entrada a la escuela hubo conversaciones con amigas con hijos, sin hijos, mamás de amigos, maestras cercanas, terapeutas y coaches que me han acompañados en este y otros procesos de vida, tías sabias,

mi doula que no me abandona aunque tenga ganas, mi papi con su “hagámoslo sencillo hija”, personas respetables para mí por su gran experiencia y humilde corazón. Hubo llanto que asocié a la nostalgia, dolores estomacales que atribuí a las ideas que no digería de este nuevo comienzo que sentía como un final aterrador, dos obstrucciones mamarias, aún mi hija es lactante (hay definiciones que chocan entre sí con respecto al uso del término), también a mi hija se le hinchó curiosamente el ombligo, fuentes de alimento y conexión para ambas, las casualidades para mí son inexistentes. También hubo emoción confusa y arrolladora al comprar sus primeras cositas para su nueva etapa. ¡Qué pelea más compleja compañera!

Finalmente llegó el día, dolió solo unos pocos días, no porque fuese un duelo corto sino porque en el proceso para que llegase a ocurrir estaba pasando ya por el duelo del tan inevitable e inminente momento, como dije anteriormente sé cómo ha de sonar para algunas, pero así lo sentí.


Lo que vino después de superar el reto fue una mujer con más tiempo para sí misma, organizándose para saber qué hacer primero entre tantas ideas y sueños por cumplir, también con más disponibilidad para disfrutar a mi hija desde el amor sin miedo, aunque todavía hay otros miedos que superar y la libertad de ambas.


Eso es lo que sucede con los retos, es difícil ver la luz en el ojo de la tormenta y cuando entras a ella te das cuenta que la acompañan otros desafíos que vistos desde afuera son más o menos complejos, no lo sabes hasta que das el paso, pero lo que te lleva al arcoíris es la determinación acompañada del para qué de tu reto, lo que persigues detrás de tu reto. Mi “para qué” era la libertad de mi hija, mi propia libertad, no son negociables, no tienen precio.


Rosairene Hurtado

Coach de Familias y Parejas

Panamá

Ig @rosairenehurtado


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