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Mujer cuna de sueños


Es increíble cómo entre mujeres fórmanos una extensa comunidad.


Somos ese grupo que se distingue por su empatía, por ser solidarias con sus semejantes, por su dulzura combinada con la constancia. Somos, así lo creo firmemente, ese empoderamiento que rebasa fronteras. Las capacidades de una mujer

por naturaleza no distinguen razas, idiomas ni credos ¡no hay barreras!


Todas desde diferentes áreas cumplimos un rol importante en la sociedad:

el ama de casa desde su trinchera educando a los futuros ciudadanos,

la que se dedica a la limpieza creando espacios en armonía,

la abogada defendiendo los derechos e ideales,

la doctora trayendo vidas al mundo y sosteniendo las manos de otras mujeres cuando la salud se ve afectada,

las maestras formando a los profesionistas que estarán frente al mundo,

la que se dedica a las ventas levantándose por las mañanas a perseguir sus sueños.


He visto como pequeños negocios prosperan y se convierten en imperios a través de la constancia, no hay trabajo pequeño pues todo suma, todo lo que se realiza con amor engalana a la mujer que lo materializa con el afán de llevar sustento a sus casas.


La mujer es como un camaleón, aunque veces su día a día la rebasa aun así siempre tiene tiempo para escuchar y consolar a la amiga que pasa un mal momento, aunque ella misma no sepa qué hacer con sus propios problemas. No sé de dónde saca la fortaleza que lleva dentro, alienta a su par, la llena de consejos y esperanza.


Sangramos cada mes sin morir, sufrimos cólicos y aun así tenemos una sonrisa en el rostro. Trabajamos, estudiamos ¡nos reinventamos! Al final, sabemos que nada es eterno y que de las cosas buenas y malas todo pasa.


¡Las mujeres somos vida, somos evolución, somos sinergia, somos magia!


Créelo mujer, perteneces a una comunidad donde todo es posible donde de pequeñas leíamos cuentos de príncipes y hadas, pero hoy sabemos que si queremos bajar las estrellas vamos por ellas, nos tenemos unas a otras.


Hablo de esos seres, de esa comunidad de mujeres pequeñas, adolescentes, adultas y de las ancianas que ven el ocaso con esperanza.


Hablo de aquella mujer que lleva a sus hijos en la espalda.


Hablo de la que llora, de la que ríe, de la que mira a unos niños sin comer y sin ser suyos los alimenta porque en el fondo de su ser siempre habrá nobleza y amor que para todos alcanza.


Hablo de la que sufre, de la que espera, la que no olvida. De la que se le corre el rímel de tanto llorar, y aun así al otro día se pone tacones y se levanta.


Hablo de la que lucha, de la que aún no puede perdonar, de la que ama.


Cierra tus ojos mujer y siente la gran comunidad a la que perteneces, la que te respalda.


Te envío un abrazo hasta donde estés.

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