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De un momento a otro…


Todo cambió, era como si lo esperáramos.


Nos sumergimos en planes, gestiones, trámites de documentación, logística de despedida, selección de lo indispensable, importante, necesario y aquello que otro podría querer o necesitar más que yo; también nos dimos cuenta que había cosas completamente inútiles.


Estuvimos por un largo tiempo esperando que se acercara el día, y cuando por fin llegó no podíamos creerlo; ya era hora del cambio.


Los abrazos y los momentos que compartimos con nuestros seres queridos, se hicieron tan cortos e insuficientes que cada segundo era una perla que guardábamos en la memoria.


Si bien es cierto que para algunos los cambios son su zona de confort, para otros lo es estar en un mismo lugar por mucho tiempo; y es que la adrenalina que genera un cambio, sobre todo cuando es planificado, es tan increíble que se acelera hasta el alma.


Para algunos estas decisiones representan una huida a la comodidad; para otros, es la búsqueda de ser y estar mejor.

Los cambios nos pueden llevar a ser instrumentos para el beneficio de otros y/o para el encuentro de eso que deseamos, pero a veces el miedo puede invadirnos y no permitirnos dar ese salto que nuestro interior anhela y hacia donde nuestra mente quiere correr.

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