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Cosas que haces en cuarentena: de cuando me rapé la cabeza y de por qué lo hice


Hace unos días, decidí raparme la cabeza. Llevaba varios meses con la idea, pero apenas me animé a hacerlo el último martes de abril de 2020.

Una de las frases más famosas de Coco Chanel es: “una mujer que se corta el cabello está a punto de cambiar su vida.” Y creo que es verdad. En este artículo quiero contarles por qué me rapé la cabeza. No es un intento de justificar mi decisión, un tanto radical o extrema para algunos, ya que, es mi decisión. No necesita justificación. Pero, todo el trasfondo que esta acción tiene para mi significa mucho, y siento que vale la pena compartirlo.

El cabello largo en una mujer es, en términos generales, visto como estético, como femenino, incluso como símbolo de sensualidad. Es bien sabido que en algunas culturas es “indecoroso” mostrarlo al público y debe guardarse para la intimidad sexual con el esposo. De pequeña tuve la mayoría del tiempo el cabello corto porque soy de origen mezclado, de madre blanca y padre negro, que crecí lejos de mi familia inmediata, por lo que mi mamá no tenía a quien acudir para saber como cuidar y peinar mi cabello (hoy gracias a Youtube y otras redes no hay excusa para zafarse de tutoriales de cuidado de cabello, gracias internet por eso). Por más de doce años me apliqué químicos para desrizar, alaciar, quitar los rizos del cabello, porque mi cabello era considerado “malo”. Eso pasaba – o pasa – en varios países latinoamericanos con población afrocaribeñas.

Y llegó la edad adulta, y llegué a vivir a México, donde era extremadamente exótica, y donde no tenía quién me aplicara los tratamientos de alaciado. Tuve que enseñarle a hacerlo a la peluquera el par de veces que tuve que hacérmelo aquí porque el tiempo y las raíces ya lo ameritaban, y no vislumbraba un viaje a Venezuela en el que pudiera atender tal necesidad. En ese momento empecé a considerar cortarme el cabello y dejarlo natural, para ver qué tal me sentiría. ¿Qué era lo peor que podía pasar? El cabello crece. Y llegó un día en el que, por diversas razones que no vienen al caso, estaba yo rota, estaba sufriendo, había perdido mucho peso por razones emocionales y decidí que era hora de un cambio radical. Y me rapé. Me sentí liberada y honestamente me pareció que estéticamente me veía muy bien. Conforme pasaron los años aprendí a cuidar de mi cabello y disfrutarlo natural, más nunca le apliqué químicos, ni plancha ni todo lo que lo resecaba, ya había adoptado una rutina maravillosa con productos que me encantaban. Y vino el embarazo, mi cabello cambió, se volvió más voluminoso, y me encantó. Luego llegó la lactancia y empezó la pérdida de cabello, pero por el tipo de cabello que tenía no se notaba la cantidad espantosa de cabello que perdí. Desde el inicio de este año empecé a considerar volverme a rapar, para darle chance a nuevo cabello, a su nuevo ciclo, pero no lo hice. Y no lo hice porque el que era mi pareja en ese momento me dijo que no lo hiciera, que sólo lo hiciera cuando estuviera “suficientemente flaca”. Esas palabras me marcaron y se quedaron en mi mente y en mi corazón. Formaron parte de un rompecabezas que empecé a armar desde inicios de año donde, la conclusión era que estaba siendo víctima de violencia psicológica, tal vez muy sutil, pero violencia al final del día.

Y llega la cuarentena, algo que estamos viviendo a nivel mundial, cada quien desde su trinchera, pero definitivamente que nos está quebrantando a todos, a nivel económico, laboral, social, romántico, emocional, y pare de contar. Y muchas personas empezaron a raparse, cada quién por su razón. Y llegó la mía. Decidí terminar con esta relación que ya no me aportaba nada bueno, que eventualmente podría lastimarme profundamente. Y parte de mi proceso fue, adivinen qué, raparme la cabeza. El sábado terminé, ese día más tarde compré la máquina de rapar, y el siguiente martes, con la ayuda de mi mamá, me corté todo mi cabello. Desde ese día me sentí simbólicamente liberada, por un lado de un cabello enfermo, débil, sin brillo, y por otro de la opinión de alguien que no me hacía bien, que en cierta forma, me quitaba mi esencia.

Desde entonces he recibido mayoritariamente comentarios positivos, y no me da pena decir que me da gusto que muchos de ellos vengan de amigos del sexo opuesto, porque eso me valida el hecho que pueda seguir siendo atractiva para algún hombre que algún día me pueda interesar. Y creo que, aunque no es lo más importante del mundo, es necesario tener apoyo de los demás, para sentirte acompañado en los distintos procesos que quieras vivir.

No sé qué proceso estés viviendo ni si estás pensando en raparte, lo más importante de raparte, es saber que el cabello, en la mayoría de los casos, vuelve a crecer.

 

Kevy Nathalie Alcindor Rangel: LinkedIn

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