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Trascendencia


Trascendencia es un concepto que designa aquello que va más allá o que se encuentra por encima de determinado límite. En este sentido, la trascendencia implica trasponer una frontera, pasar de un lugar a otro, superar una barrera. Como tal, proviene del latín transcendentĭa, derivación de transcendĕre, que a su vez se compone de trans, que significa ‘más allá’, y scendere, que traduce ‘trepar’ o ‘escalar’.

De allí que algo que trasciende es algo que supera su importancia circunstancial o su ámbito publico o privado. En este sentido, la trascendencia hace referencia al resultado, la consecuencia o la importancia de algo.

En la Filosofía, la trascendencia es lo opuesto a la inmanencia. Como tal, el concepto de trascendencia hace referencia a aquello que se encuentra más allá de la conciencia, por encima de sus límites naturales.

De hecho, en un principio, el término se vinculaba a la naturaleza de lo divino y su relación con el mundo.

Desde el punto de vista de la metafísica, la trascendencia se refiere a aquello que no forma parte de la realidad tangible y que, en este sentido, se considera infinitamente superior.

En las religiones, el concepto de trascendencia hace referencia a la condición de no estar ligado al mundo material y finito, sino, por el contrario, formar parte de lo inmaterial y lo infinito. En este sentido, la trascendencia es una condición divina que se atribuye, principalmente, a Dios, pues Él está por encima del mundo terrenal, y es su existencia es perfecta e infinita.

El concepto de trascendencia, tiene particular importancia para la teología para la comprensión de la naturaleza de lo divino y de lo humano; de allí la necesidad de la

integración emocional en este tiempo.

La revisión del como y el ahora de la experiencia, pretende que el individuo encuentre una vida plena, desarrollando sus capacidades y para ello es esencial poder desplegar una amplia empatía y tener confianza en la capacidad de cada persona para alcanzar y disponer de sus propios recursos.

Se habla de la dificultad-incapacidad para vivir el presente, el ahora, en función de los bloqueos que producen las situaciones inconclusas o las interferencias que el pasado-futuro hacen pesar sobre el presente: ello crea un lastre sobre la atención sana y por lo tanto sobre la experiencia real. De ahí, la colisión entre lo que es y lo que nos gustaría que fuera (o debería), lo que produce malestar o sufrimiento.

Sin embargo, a la hora de curar, existe una confusión entre aquello que se quiere sanar y las causas reales o verdaderas del sufrimiento.

No se puede explicar, teórica o intelectualmente, el origen verdadero del sufrimiento, sino que cada persona ha de llegar a sus propias conclusiones.Ciencia, religión, filosofía nos dan sus explicaciones.

No obstante, un terapeuta puede recoger las causas profundas del sufrimiento, incluido su origen en la historia personal del individuo, empatizar con ellas y así facilitar que la persona se entregue a la experiencia genuina. En el acompañamiento verdadero (la relación sanadora) se produce un cambio. En ocasiones, la misma relación cliente/terapeuta es lo sanador. Otras veces, es la facilitación de la integración emocional y de la comprensión de la resistencia a vivirlo. Al hacerlo así, el terapeuta permite que la persona deje atrás lo superficial y se adentre en lo substantivo. Puede alcanzar una salida a su conflicto personal y la experiencia concluirá para dar lugar a una vivencia nueva y diferente.

Para que se consiga ayudar y facilitar este proceso a otras personas, para poder empatizar adecuadamente con el origen del sufrimiento y sanar en profundidad, considero preciso, por parte del terapeuta, haber llegado a alguna conclusión sobre el sentido y dirección de su propia vida. En caso contrario, la terapia puede quedar limitada a unas sesiones destinadas a hacer menos infeliz el desconsuelo, sin llegar a las raíces recónditas de la infelicidad o inclusive a teorizar dogmáticamente, sin que la comprensión y asimilación de las causas cambie lo esencial.

Pero, el sufrimiento va más allá de todos estos orígenes y se enmarca, como subrayó Maslow: en la primacía del encuentro del ser humano con su origen. Graf Dürkheim, habló del hombre y de su “doble origen”: el físico y el espiritual. Entendiendo por espiritual el enraizamiento del ser en un marco más amplio, en una filiación que va más allá de la meramente parental o incluso social, para tomar una dimensión universal.

Someramente, diré que suelen pasar al menos por: un alivio sintomático del conflicto, desarrollo del conocimiento personal, manejo más fluido del carácter y acceso a un nuevo sentido vital. No son etapas lineales, ni todas han de pasarse continuadamente, ni tampoco en compañía del mismo terapeuta, aunque puede suceder.

La toma de contacto con un nuevo sentido acarrea, en general, una forma determinada de "mirar el mundo" y activa la creatividad para generar cambios funcionales y definitivos.

Así que al pasar por el sufrimiento y elaborar un concepto, se abre el sentido de la vida y tomando la propuesta de Viktor Frankl que sostiene la trascendencia del ser humano y la ve como fuente y fin de los verdaderos valores; plantea que el sentido de la vida se realiza en la trascendencia, descubriendo y encarnando valores.

Por un lado Freud redujo a la persona a meros impulsos, Maslow mostró las necesidades y Frankl le abrió un nuevo horizonte, apuntando a la realización del sentido y los valores.

Ocuparnos en hallar un sentido a la vida, a la existencia. El ser humano se realiza a si mismo en la vida que trasciende.

Finalmente, defino el sentido de trascendencia como la capacidad de un ser humano para una forma de experiencia y conciencia, es decir, para experimentar (acto hermenéutico simultáneo de interpretar, sentir y vivir) su vida -o actos de la misma- como parte de una totalidad más amplia, en el contexto cual esta cobra un significado de misión, y de la cual brota un sentido de responsabilidad y también de armonía, paz y entusiasmo.

La experiencia de la trascendencia implica el reconocimiento de que nuestra plena se invierta en procesos más amplios en espacio y tiempo a la luz de los cuales adquiere dirección, goce y liberación.

 

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