top of page

Más allá de la palabra

“Tu compromiso tiene consecuencias.” – Olafur Eliasson

Foto de Tim Marshall

Trillado por demás, el concepto de compromiso está en peligro de extinción. En el 2019, nuestras vidas ajetreadas no dejan mucho espacio para la contemplación y el análisis de nuestras existencias; andamos de un quehacer a otro, de un tweet a otro, de un escándalo a otro. Nuestras vidas se cuentan en segmentos de segundos donde miramos nuestro teléfono, revisamos muy por encima nuestros emails, prestamos poca atención a quienes nos hablan, no buscamos noticias de fuentes fidedignas, no leemos libros, no nos preocupamos por lo que pasa en nuestro entorno (porque nuestro feed de Facebook está lleno de esas cosas) y no sacamos tiempo para estar con nosotras mismas.

En esta época es difícil reconocer lo que significa compromiso. Los estándares de compromiso en las parejas o en las creencias religiosas, o sus connotaciones en la educación y la política se han borrado con el advenimiento de una sociedad polarizada en todos sus sentidos. Ahora mismo, el compromiso es real solo cuando es conveniente o cuando beneficia a quienes queremos o apoyamos. Para los demás, para el resto que no son de nosotras o como nosotras, no hay compromiso.

Es irónico que uno de los mayores destructores del compromiso personal y colectivo haya sido política. Los políticos, una vez llamados a servir y a cumplir a favor del pueblo, han desgastado tanto el término compromiso que ya se piensa como una mala palabra siempre que sale de sus bocas. Y eso nos ha llevado a una sociedad que repite esas acciones en todos sus ámbitos. No hay compromiso, ni grande ni chiquito.

Un buen aliciente en este panorama es la lucha que llevan los jóvenes del planeta por el cambio climático. Una vez más son los menos experimentados, los menos sarcásticos, los menos apoderados, quienes dan cátedra de un verdadero compromiso. Si bien es cierto que el compromiso es un acto personal, su muestra más sublime es cuando se ejecuta a favor de la colectividad, de la comunidad, del país, del mundo entero. Querer un mundo mejor y hacer algo para lograr un mundo mejor es tener un compromiso verdadero.

Eso es, a fin de cuentas, el verdadero compromiso. Si tenemos compromiso con nosotras mismas, podremos dar el paso a comprometernos con los demás. Nosotros nos lo merecemos y el mundo se merece lo mejor que nosotras podamos dar. Demos nuestro compromiso verdadero, que es lo mejor que tenemos.

 

bottom of page