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Mi desenredo

Todo pasa cuando menos lo esperas....por conveniencia, ingenio y vagancia de no tener que dar 10 pasos adicionales, tengo la mala costumbre de colgar mis cadenas en la lámpara que está en mi mesa de noche. Hasta ese momento, mi invento estaba funcionando a las mil maravillas! Un buen día, mi gatico negro al que todos adoramos en mi casa que BTW llena toda mi casa de loza blanca con su bella melena oscura, decidió atrevidamente colarse en mi cuarto porque no lo dejo entrar. Me imagino que pensó, ahora es que es! Como no me lo permiten, la voy a castigar llenando su cama con todo mi hermoso pelo! Buwaaajajajaja!!! Anyway, muy sigilosamente se coló y tumbó mi fabulosa creación. Todo pasó en cuestión de segundos. Me lancé antes que se cayera todo al piso pero no pude, mis reflejos ya no son tan rápidos como los de él. Era un pequeño reguero pero monumental desastre...

Estuve parada frente a la catástrofe varios minutos mientras me repetía las mismas preguntas continuamente: Y ahora qué hago con esto? Por dónde empiezo? Qué hago con el Gato??? Me encontré con tremendo enredo y como usualmente me sucede, no sabía por donde empezar. In total Raquel fashion hice lo que usualmente hago en situaciones difíciles, escogí inconscientemente el patrón que hasta ese momento aplicaba para todo lo que no me agradaba hacer, mirar para el otro lado! No quería meterle mano porque sabía que me iba a tomar bastante tiempo, esfuerzo físico y mental, sencillamente no estaba dispuesta a someterme a eso. Es una técnica que llevo años perfeccionando, que aunque no siempre me ha dado el mejor de los resultados, es a la que gravito automáticamente. El desorden lo dejé tranquilo, bien puestecito allí en perfecto descontrol. Acomodé las cosas alrededor del embrollete con mucho cuidado de no hacerle daño adicional y salí corriendo del cuarto igual que Mishu cuando lo regañé por haberse vengado.

Pasaron días, semanas y nada. Un buen día me dio verguenza, me cansé de tanto reguero, de situaciones sin resolver, del desorden en mi entorno. Me di un speech de que, cómo era posible que siguiera así? Que, hasta cuando? Que, me había prometido cambiar, que esa era una de mis resoluciones de año! La sicología de callejón me pompió para buscarle solución a mi situación empujada por el hecho de que no tenía internet en mi casa así que acepté mi reto. No es algo de lo cual estoy orgullosa y tampoco quiero que me defina como persona, entendí que sólo estaba alargando mi tortura. Por eso con resolución, determinación y compasión hacia mi y hacia el lío, me enrollé las mangas imaginaria, me serví un poquito de juguito de adultos y me encomendé al Universo rogando que me diera las fuerzas requeridas para desenredar el rollo, pero sobre todo inteligencia emocional y paciencia, necesarias para ordenar el reguero que me persigue y me atormenta.

Me prometí completar el exorcismo ese mismo día y comencé a buscarle la lógica a las cadenas de mi vida. Decidí comenzar por identificar las piezas que espero me acompañen hasta el final. A esas les di tiempo y atención, las desenredé con mucho cuidado y cariño para no romperlas porque las quiero lucir en mi diario vivir, esas son las clásicas, las que no pasarán de moda, las que espero evolucionen con mi estilo. Luego reconocí piezas que llevaba años guardando por costumbre a tenerlas cerca, por miedo a que me hicieran falta en el camino y evitar hacerlas sentir mal al descartarlas. Con el pasar de las horas y los chorros de sudor, pude entender que ya no son un reflejo de mí porque con el pasar del tiempo he evolucionado y ya no representan quien soy en éste momento, que ya no somos afin. Con un poco de nostalgia las miré y les agradecí todo lo que compartimos y las dejé ir, ya cumplieron su misión en mi vida.

Sumergida en el proceso, no pude evitar recordar con emociones encontradas las piezas que ya no están presente en mi repertorio, con las que me hubiese encantado tener más tiempo para compartir, crear memorias, risas y recuerdos. Esas que arrancaron prematuramente de mi vida sin poderlas lucir adecuadamente una última vez antes de desaparecer. Las extraño y pienso en ellas con cariño y melancolía todos los días. Por lo menos formaron parte de mi colección y las llevaré en en mi corazón junto a toda la alegría que trajeron a mi vida.

Al finalizar la encomienda no se me cayó un canto, sólo me causó dolor de espalda, tres horas de gotas bajando por mi frente y una botella, pero la satisfacción de haberlo logrado es más grande que todo eso junto. Gracias al bollete y al Gato pude ver claramente que cargaba piezas las cuales probablemente no eran necesarias adquirir, que ocupaban demasiado espacio en mi corazón, que le robaron temporadas a las que sí le añaden a mi vestuario. Por último, me comprometí a que de ahora en adelante las próximas prendas que incluya en vida las voy a analizar detenidamente, con la intelectualidad emocional necesaria para asegurarme que se conviertan en piezas clásicas y permanentes antes de colgarlas en mi corazón para así evitar cargar más cadenas innecesarias en mi vida.

 

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