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Rompiendo el saco


Quien ande sorprendida de las últimas revelaciones sobre el ex gobernador o el gobierno puertorriqueño ha estado viviendo dentro de un saco. La única sorpresa dentro de la telenovela política que experimentamos ha sido la voluntad del pueblo para hacer saber su ira ante las injusticias que siempre hemos vivido.

Los comentarios del gobernador y sus amigos en el chat de telegram son simplemente una prueba escrita de lo que ya sabíamos: nuestros gobernantes, todos, piensan igual. El desdén por el dolor del pueblo, el trato desigual a la mujer y la falta de honradez han sido muy normales en todas las administraciones gubernamentales. También ha sido muy normal que varias personas o grupos, a través del tiempo, hayan denunciado estos actos y que esos reclamos hayan sido ignorados por la mayoría del pueblo.

Puerto Rico vivió el “síndrome de la panza llena” desde los años cincuenta hasta el 2008. La debacle económica de ese año puso fin al cuento de hadas de que había chavos para todo. Empezamos a ver cómo habíamos vivido del cuento y, luego, cómo la deuda era más grande de lo que podíamos pagar. La corrupción de nuestro gobierno comenzaba a verse claramente. Luego de políticas de ajustarse el cinturón (que solo apretaban a los de abajo), vimos que la cosa seguía igual, con cada gobierno gastando más de lo que podía y con el padrinazgo vivito y coleando. Ni una Junta pudo detener a los maleantes que se turnaban nuestro gobierno.

Entonces llegó María…

El día después de María nos levantamos para ver a nuestra isla desnuda. El viento se llevó las hojas que tapaban nuestra miseria. Descubrimos que todavía hay gente en Puerto Rico que vive en condiciones deplorables. Vimos a un gobierno que no daba pie con bola en la atención de los asuntos más urgentes. Y, peor aún, vimos cómo se moría nuestra gente mucho después de que María de fuera bien lejos. Vivimos nuestra isla desnuda y vimos cómo los corruptos aprovechaban para azotar su espalda mientras estaba postrada.

Durante toda nuestra historia hemos conocido los cuentos de los aprovecháos que han llenado sus bolsillos con nuestra riqueza y han construido imperios con nuestra sangre. Eso no es noticia nueva para nadie. Ahora vimos por escrito lo que el ex gobernador y sus secuaces pensaban de nosotros. Eso tampoco es noticia. Lo único que han hecho es tumbarnos la venda con una buena patada que de viaje no nos ha dejado un solo diente en la boca. Esta galleta nos la buscamos.

El momento no está para seguir con el cuento de quién es mejor y quién peor. Si algo maravilloso y único está pasando es la unión de muchos sectores del pueblo puertorriqueño en una causa común. Esa es la noticia, lo nuevo, lo importante de esta historia. Parece que nuestro pueblo por fin encontró sus ovarios y cojones, y hemos abierto la puerta de un futuro más promisorio para nuestra tierra.

Todavía hay quienes se sorprenden de lo que está pasando. A esos se les está rompiendo el saco. Ya otros reconocen que hoy se hace historia en nuestras calles, plazas y hogares. Esos serán los que definirán el futuro de nuestro pueblo.

Tengamos presente que esta lucha no puede acabar con la renuncia del gobernador y todos los que han saqueado y destripado al pueblo. Si solo logramos eso, habremos perdido nuestro tiempo. Esta lucha tiene que servir para enmendar la forma en que nos involucramos con nuestros gobiernos, en darnos más voces dentro de la gobernanza, en diseñar enmiendas a las leyes electorales que den más participación a las minorías, y en quebrar las espaldas de los partidos políticos que se han turnado creando este desastre. Esas deben ser algunas de las consecuencias de esta lucha.

Rosselló pasará a la historia como símbolo de la deshonra. La lucha del pueblo puertorriqueño pasará a la historia como la verdadera revolución que cambió los destinos de un pueblo.

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