Y no te vi partir...
A ti, ante tu partida…
Simplemente me soltó la mano. Al menos así lo siento. Fue desprendiéndose poco a poco, sin hacer ruido ni provocar mi asombro, pero yo lo notaba.
Tuvimos nuestro propio idioma, a veces los demás podían pensar que estábamos disgustados o que no nos hablábamos, cuando simplemente el sarcasmo estaba en su máxima expresión entre los dos. Las diferencias de criterio siempre se llevaron al “acuerdo conciliador” y la distancia no era pretexto para sentirse lejos o no saber el uno del otro. Siempre hubo temas en los que su opinión era la más importante, y otros… bueno, muchos otros los mencionaba lo menos posible para que no me llevara la contraria. Peleaba conmigo casi la misma cantidad de veces que me hacia reír, casi la cantidad de veces que contaba conmigo, casi la cantidad de veces que me brindaba paz y confianza su presencia.
Nuestra especialidad era confabularnos para que el resto de los seres mortales que nos rodeaban pensaran lo opuesto a lo correcto. Reinábamos sobre la confusión y en más de una ocasión celebrábamos los rostros o reacciones de otros. Muchas veces dije: eso no está bien, pero siempre terminaba confesándome culpable, por que verdaderamente lo era.
Pero enfermó, entonces inventamos una manera de dejarnos saber cuándo íbamos a orar, yo empecé y dije: no te suelto. Así pasaron los años, la vida sube y baja, añadimos metas, retos, logros, malos momentos, buenos. Enseñanzas, recuerdos, lecciones y la amistad puede con todo.
Desprenderse de la presencia física de un ser querido, es una de las experiencias más dolorosas y traumantes para cualquier ser humano. Los vínculos emocionales pueden llevarnos a la reflexión, la angustia, frustración, cansancio profundo, aturdimiento, tristeza o depresión. Es sumamente importante que no exista sentimiento de culpa, pues esto podría agravarse. Por lo cual, se recomienda la intervención de algún especialista de la salud mental, y trabajar por medio de la reflexión o terapia la aceptación de esa perdida. Debemos visualizar como los recuerdos y el legado que ese ser nos dejó, pueden ser de beneficio y provecho para el resto de nuestros días, sin olvidar que por fe, nos volveremos a encontrar.
Todo toma su tiempo… eso, tiempo, lo que siento que me faltó. Porque yo nunca solté, pero me soltó, no para abandonarme, o para rendirse, pero si para seguir su camino, ese que conduce a la plenitud. A ustedes, mis lectores, perdón por no adjuntar alguna foto de rostro, pero es que nunca nos tomamos una…al menos eso le hicimos creer a todo el mundo.
Lizbelia Martínez Martínez
Hija, Madre y Esposa.
Egresada de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras, se desempeñó por 17 años en el campo de las comunicaciones en diversas agencias del País. Tiene una trayectoria de más de 20 años como Maestra de Ceremonias de eventos privados y multitudinarios. Ha sido colaboradora en diversas publicaciones y productora y creadora de espacios radiales como: Para Buen Entendedor y A Todo Poder, para el Programa Sabor Latino transmitido por IHeart Radio para Syracuse, NY y escuchado en toda América Latina y Puerto Rico. Se desempeña como coordinadora de eventos protocolares en el ámbito social y corporativo.
Actualmente, esta Mentor Coach de Desarrollo Personal, Organizacional, Liderazgo y Vida certificada, desarrolla e imparte talleres a mujeres y sobre todos madres bajo su proyecto #PowerfullMomys.
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