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Una mujer, un neonazi y yo


La reciente nominación y proceso que se da en los Estados Unidos para seleccionar al nuevo miembro del Tribunal Supremo ha puesto de relieve las profundas divisiones que existen en esta sociedad. Yo soy uno de esos que me acerqué al tema como uno meramente político: el presidente Trump quiere un republicano de su talante en esa silla. Fue una mujer, sin embargo, quien me llevó de la mano al lado oscuro de la luna, el que no acapara tantas líneas en los noticiarios.

El pasado 26 de agosto se celebraba el Festival Asiático en el centro de la ciudad y me dispuse a ir para tomar algunas fotos. El día anterior vi que algunas personas protestarían la nominación de Kavanaugh frente a un edificio gubernamental cerca del festival, así que decidí darme también la vuelta para ver de qué se trataba.

El evento, organizado por Planned Parenthood y apoyado por otras organizaciones, comenzó con unas 20 personas, la mayoría mujeres, que portaban pancartas con mensajes alusivos a los derechos reproductivos de las mujeres y en contra del nominado. Todo parecía marchar en orden y no había siquiera policías en el lugar. Entonces llegó la comparsa.

Tres jóvenes disfrazados de esqueletos se pararon en la parte trasera de la protesta. Al verlos pensé que eran parte del grupo, por lo que giré la cámara y les tomé fotos. Cuando terminé uno de ellos me miraba y me reí con él. Su mirada tajante me dejó perplejo. O era un soberano pe…… o estaba apestáo. Entonces leí su pancarta y me fijé en los demás a su alrededor. Por primera vez en mi vida estaba ante neonazis de verdad, de esos que solo había visto en las noticias.

Mientras los neonazis gritaban y se movían hacia el frente, un grupo de mujeres y hombres de la protesta levantaron sus pancartas y les arrinconaron a un lado. Ahí comenzó una tensión latente entre ambos grupos y una lección que jamás olvidaré. Los de la protesta levantaron sus pancartas para bloquear a los neonazis, pero se mantuvieron impasibles ante sus gritos e insultos. Me impresionó ver a un joven afroamericano el en mismo medio de todos, flanqueado a su lado por mujeres y al frente por los neonazis, llevando una de las voces cantantes. Su temple era prodigioso.

Mientras las líderes de la protesta hablaban al grupo, se suscitaron varios intercambios entre los neonazis y los protestantes. Me sorprendió sobremanera escuchar a los neonazis hablar de Dios y de la santidad de la vida. ¡Neonazis hablando de la santidad de la vida! Juraban ser defensores del cristianismo y de la Biblia. En un momento el líder de los neonazis le dijo al joven afroamericano: “Todas las vidas valen, hasta las de los bebés negros.” El argumento me pareció absurdísimo viniendo de una neonazi, pero la contestación del joven fue magistral. Bajando la pancarta que tenía en sus manos, le dijo al líder neonazi: ¿Eso quiere decir que ahora ustedes serán nuestro defensores?” El comentario arrancó risas de todos los protestantes.

Uno de los líderes neonazis se movió solo hacia el otro lado de la protesta, en un obvio intento de provocar y aparecer como víctima por estar solo, pero los protestantes que estaban en ese lado solo formaron un nuevo grupo y lo taparon con sus pancartas. La policía llegó y se mantuvo atenta a lo que pasaba.

La sangre nunca llegó al río. Los protestantes dieron cátedra de mesura aún cuando algunos de los insultos eran tan terribles que hubiesen provocado a cualquier persona a entrarle a golpes a los neonazis. Pero aparte de alguna que otra burla y risotada ante sus comentarios absurdos, racistas y llenos de odio, ningún protestante perdió la tabla.

Esa tarde pude ver las dos caras de la moneda. Fui testigo presencial de lo que importa realmente en esta conversación sobre el nominado a la Corte Suprema: no podemos quedarnos de brazos cruzados ante el odio, el racismo, la misoginia, la inequidad con la cual el sistema y la población sigue tratando a las mujeres en pleno siglo XXI. No podemos pensar que la discusión solamente ocupa a Washington. No, la decisión sobre el próximo Juez que irá al Supremo tiene consecuencias graves que repercutirán en el pueblo por muchísimos años.

En las recientes vistas congresionales, la senadora Kamala Harris le preguntó al nominado si conocía de alguna ley, cualquiera, que controlara el poder del hombre sobre su cuerpo. Su contestación: “no puedo pensar en ninguna ahora mismo.” Cuando la escuché, reafirmé lo que sentí y pensé el día de la protesta. ¿Cómo es posible que aún existan leyes que controlen específicamente lo que una mujer puede hacer con su cuerpo y no el de los hombres? Dejando a un lado consideraciones morales o religiosas particulares, asunto que tomaría muchos artículos discutir (y que esta revista debe hacer lo antes posible), la contestación es que no hay ni una sola razón en derecho para que sea así. ¡Ni una!

La cuestión es: ¿qué tipo de Juez es este señor que los neonazis prefieren? La contestación debe ser obvia. Nadie que no crea y defienda a brazo partido la equidad de géneros está capacitado para ejercer como juez en ningún foro y, mucho menos, en la Corte Suprema. La lucha no es política, es de seres humanos. No podemos admitir menos que personas que tomen acciones concretas para asegurar la equidad. Kavanaugh no es, ni lejanamente, una de estas personas. No importa si es republicano, demócrata o apolítico; la equidad no tiene partidos.

Aquella tarde llegué allí de la mano de una mujer. No literalmente, pero fue su llamado en las redes sociales quien me llevó. Conocí a muchas mujeres maravillosas, luchadoras, y a hombres dispuestos a apoyarlas más allá de las palabras. Aquella tarde conocí personalmente, cara a cara, el odio absurdo y terrible de unas personas que realmente creen que son superiores a los demás. Entre una mujer y un neonazi, entendí esas verdades y crecí como ciudadano y como hombre.

 

I wish to thank Chelsea Bagdgett, Kimberly Peterson, Emilia Romero, and all the brave and wonderful women and men that took part in the event. Thanks to them for letting us know through their actions that the fight is alive and well.

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