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Mirando por el retrovisor


Muchos puertorriqueños nos hemos visto forzados a dejar nuestra patria por razones diversas que varían desde querer continuidad de educación para nuestros hijos, mejores condiciones de vida, servicios médicos, pérdida de trabajo en Puerto Rico o búsqueda de un lugar seguro para vivir. Muchas cosas se escriben sobre el razonamiento de “abandonar la isla”, como muchos lo describen. La realidad es que para la gran mayoría de los puertorriqueños, la razón para dejar su casa, su barrio, su comunidad, nada tiene que ver con un gran y profundo deseo en su corazón.

Si fuera cierto que todas estas personas deseaban irse, se hubieran podido ir de la isla en cualquier momento antes del paso del Huracán María. La triste realidad es que tras el paso del Huracán quedó un sentimiento de abandono y desesperanza. Sentimos en carne propia cómo nuestras malas decisiones con respecto a quiénes y cómo se administra nuestro país dejaron al descubierto la poca eficiencia y pobreza real que nos rodea. Carreteras en malas condiciones, puentes en estado crítico, reservas de agua con mal mantenimiento y poniendo en peligro comunidades, pocos servicios eléctricos soterrados, poca implementación de servicios de energía alterna, plan de acción para emergencias reales inexistente y, así sucesivamente, cada familia puede mencionarte varios de factores que requieren seria consideración y que fueron expuestos tras el paso del huracán.

¿Por qué sacar los pañitos sucios ahora? Porque la necesidad está a flor de piel y no debemos aspirar a la normalidad. De las carreteras y puentes, reservas de agua y servicios de energía, se escribe año tras año pero no se pasa factura a las administraciones que repiten acciones que no benefician al país a largo plazo. ¿Por qué los planes de gobierno no incluyen y discuten abiertamente sus planes para mejorar la infraestructura, la base de nuestro país? “Puerto Rico se levanta” debe ser una metáfora que exijamos. La mediocridad no puede ser parte de lo aceptado. Resolver no debe ser suficiente. Resolver, más una fiesta de pueblo, debe representar un insulto. ¡Si un alcalde o gobierno anuncia una fiesta, deténgalos! No queremos que nos hagan gozar mientras el día a día sigue siendo una pesadilla. Todos los puertorriqueños deben poder gozar de los servicios básicos de agua y electricidad de forma consistente. Nuestra vida, nuestra salud, nuestra economía dependen de ello. Mientras una familia en Utuado, Adjuntas, Jayuya o Maricao no goce de electricidad y agua potable, todo el pueblo debe mostrar su indignación. No podemos seguir resolviendo, no podemos aceptar más mediocridad si deseamos levantarnos.

Muchos boricuas dependemos de ayudas o procesos más eficientes para poder rehacer nuestras vidas y nuestras estructuras. Muchos vamos llevando mensajes a los que nos observan desde el exterior. Incansablemente explicamos nuestra ciudadanía, nuestras condiciones de vida actuales y ofrecemos alternativas de cómo ayudar a los más necesitados. También explicamos cómo el voto de cada uno de ellos en las elecciones presidenciales puede hacer una diferencia.

Estoy convencida de que deseamos lo mismo. Queremos que cada boricua tenga los servicios que necesite a un precio accesible para todos. Queremos la recuperación física de las estructuras, la recuperación de la naturaleza y agricultura. Queremos la recuperación de la economía. Pero queremos, con todo el alma, la recuperación emocional de toda nuestra gente.

La realidad es que desde el mismo momento que tomamos la difícil determinación de vivir en los Estados Unidos, no importa condición económica, edad, con o sin hijos, la gran mayoría de los boricuas nos quedamos mirando por el retrovisor. Ese espejo que nos muestra la calidez, alegría y espontaneidad de nuestros hermanos. Ese que invita con playas de aguas tibias y blancas arenas. Ese que nos recuerda un eterno verano. Ese retrovisor que nos regala el sentido de pertenencia.

 

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