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Romper los muros: un mismo sol


"Todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo". Frase pronunciada por un dirigente de un país ante algunos problemas de división y rencillas entre sus gobernados. Y con el recuerdo de esas poéticas palabras, pero ciertas en lo que se refiere a la igualdad de todos los ciudadanos, pienso en otra igualdad: la igualdad entre las personas, entre altos y bajos, cultos e ignorantes…hombres y mujeres, mujeres y hombres.

Pienso en los esfuerzos de tantas personas –por ejemplo, de quienes lanzan a los cuatro vientos esta publicación- por proclamar esa igualdad. Lo hacen por la responsabilidad que comporta el ser personas: toda persona es igual a toda persona. Algo sencillo de entender si el pensamiento rompe con los “muros” que la historia ha ido levantando en las relaciones personales, en la sociedad. Unos muros de desigualdad que respondan a interés de poder y mando, de dominio y sumisión. Es decir, a constructos de pensamiento, pero no a la realidad del ser y de la vida. ¿Es distinto el sol que alumbra una vida que el que alumbra a otra? ¡Sera distinto en el pensamiento alterado de unos, pero no en el sol que alumbra a todos!

Y reflexiono de ese modo porque me preocupa que algunos crean que, quienes defendemos la igualdad, tratamos de subvertir el orden establecido o las estructuras naturales de la vida humana. ¡De ningún modo, tratamos de abrir a todos a la realidad de “un mismo sol para todos”, porque el sol no distingue en desigualdad a ninguna persona!

Y para que esos esfuerzos en la igualdad de todos sean efectivos, es necesario que cada uno rompa los muros que algunos -durante siglos- han levantado en la inteligencia y en corazón. Es necesario que todos seamos conscientes de que nuestra libertad depende de “la caída del muro”: libertad para relacionarse, libertad para amar, libertad para convivir.

Sé que es costoso mirarse a los ojos como iguales, pues “la historia pesa”, Pero sé también que esa mirada igualitaria es urgente y necesaria. Escribe Milan Kundera: “los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores, sino porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño, porque la infancia es la imagen del futuro”. ¡Enseñemos a los más jóvenes la igualdad para que su futuro sea mejor; también para que nuestro presente sea más ilusionante y más cercano a la vivencia de la justicia!

 

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