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Llegó ese día del mes


¿Ya será ese momento del mes? ¿Tan pronto otra vez? Le busco la vuelta para que rinda el calendario y no me aprisione en esta rutina. No hay escapatoria. Me baño, lavo mi cabeza, me paso el blower y con o sin estilo, gorra o sombrero, y ni remotamente pensar en hacerme un moñito; ¡ahí están las canas! Brillantes y rebeldes canas…

Veo estas mujeres que han mandado pa’l carajo su rutina de pintarse el pelo y siento envidia. Estoy buscando mes tras mes esa indicación, esa señal divina de que por fin me llegó el momento de desnudar cada fibra de mi ordenado pelo. Lo asocio con libertad, con felicidad, con… ¡mierda! ¡Hipócrita! Lo asocio con que estoy enviando una señal de que me dejé ir, que me descuidé, que ya no me interesa competir en los negocios, en la vida; que reconocí que ya estoy vieja y es momento de que acepten mis canas, mis arrugas y mi desahucio. ¿En serio? ¡Sí, coño, en serio!

Cuando a nuestros colegas y amigos varones les salen las canas nadie les cuestiona. Al contrario, reciben mil aclamaciones de lo bien que le lucen los grises. No están viejos, están interesantes, experimentados. Cuando alguna amiga se viste de blanco la miramos analíticamente. Primero, debemos asegurarnos de que no está bajo un proceso de depresión, luego analizaremos si está pasando por alguna crisis hormonal y finalmente le preguntaremos, claro, como si nada: “¡Nena!, ¿qué te dio con liberar las canas?”

Tenemos que preguntar porque nos tiene que explicar, porque tenemos que entender qué demonios se le metió en la psiquis para dejarse así…así…al natural. Y ahora, ¿dejará de maquillarse? ¿Dejará de usar tacos? ¡Qué poca aceptación tenemos por nuestra naturaleza! ¡Qué fuertes somos con nosotras mismas al momento de querernos, aceptarnos tal cual somos, ser solidarias con las que deciden mandar pa’l carajo la esclavitud del tinte mensual!

¿Cómo y cuándo firmamos este acuerdo de desigualdad? Reconozco que amo y odio la idea de no volver a pintar mis cabellos. Cada mes surge la misma pregunta: ¿estoy lista? ¿Estoy lista para que me pregunten y me cuestionen? ¿Estoy lista para la crítica no solicitada? ¿Estoy lista para dejar de recibir elogios por mi nuevo recorte o mi nuevo look? ¿Seré transparente?

Hoy es ese día del mes para mí. Hoy debo decidir, como cada mes, si apuesto a mi libertad o a mi condena. Y mientras decido si mando pa’l carajo o no los tintes y a quienes me pregunten, me monto en el auto para ir a comprar uno y luego decido, ¿lo uso o no?

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