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La inquebrantable Rosa Collazo

De madre viequense y padre ponceño, la valiente Rosa Collazo nació en Ponce en 1904. Al año de nacida sus padres se divorciaron. Durante su temprana niñez vivió por un tiempo con su madre y en otras ocasiones con su familia paterna. Hasta los siete años que se estabilizó con su mamá.

Su madre trabajaba en la fábrica de tabaco La Habanera en Mayagüez, quien también se dedicó a la costura. Rosa, siendo aún una niña, tuvo la dicha de conocer personalmente a José de Diego. Debido a que vivía cerca de su casa, en ocasiones lo visitaba. Escuchar al prócer nutrió el amor por su patria desde muy pequeña. En 1925 salió para Nueva York en búsqueda de oportunidades de trabajo. Sin embargo, el “sueño americano” se convirtió en una pesadilla. Eran tiempos difíciles, se avecinaba la Gran Depresión. No se conseguían fácilmente oportunidades de trabajo. Después de tanta búsqueda Rosa encontró un trabajo en una fábrica en el que ganaba solamente $8 semanales, equivalente a un poco más de $100 en el presente.

Desde muy joven estuvo envuelta en las luchas sociales. Durante la Gran Depresión, ella ingresó a varias organizaciones para luchar por los derechos de los puertorriqueños y los obreros. Por ejemplo, le causaba gran indignación el discrimen que sufrían sus compatriotas por parte de los estadounidenses. Su primer arresto se dio cuando ella y un grupo de obreros intentaron formar una unión de trabajadores en la Majestic Specialties Co. Su resistencia ante un sistema injusto y explotador la convirtieron en una mujer insumisa y con agallas.

En 1940, en una reunión de miembros del Partido Nacionalista de Puerto Rico (PNPR), conoció a quien pasaría ser su segundo esposo, Óscar Collazo. La pasión por su ideal los uniría desde ese momento. Su hogar se convirtió en un punto de encuentro para las reuniones del partido.

Rosa posa junto a su esposo Óscar Collazo en el 1941. Foto tomada del libro Memorias de Rosa Collazo, página 25.

En Estados Unidos había dos juntas del PNPR: una en Nueva York y otra en Chicago. Ambas aportaban económicamente a la Junta Nacionalista de Puerto Rico. Durante algunos años de la década del 40, Óscar fungió como presidente de la Junta en Nueva York. El 30 de octubre de 1950 estalló en diversos puntos de la isla la Insurrección Nacionalista. Dos días después Óscar junto a Griselio Torresola, asaltaron la Casa Blair en Washington D.C. Allí residía temporeramente Harry S. Truman, quien en ese entonces era el presidente de los Estados Unidos. En el encuentro resultaron muertos Torresola y un guardia presidencial. Óscar y varios guardias fueron heridos. Una vez se desata este hecho, miembros del FBI se dirigieron a la casa de su esposa. Rosa fue amarrada y comenzaron a cuestionarla mientras allanaban su hogar. Le mostraron una foto de su Óscar lleno de sangre y le dijeron que él había muerto. De allí fue llevada a la Casa de Detención para Mujeres.

La Casa de Detención para Mujeres fue una prisión ubicada en la ciudad de Nueva York desde el 1932 hasta el 1974. Foto disponible en: http://www.nycago.org/Organs/NYC/html/HouseDetentionWomen.html

El 24 de diciembre de 1950 Rosa fue llevada frente a un juez federal. El fiscal presentó las “pruebas” para que fuese declarada culpable por intentar derrocar el gobierno de Estados Unidos. Entre ellas estaban que ella había ido a buscar dinero al correo y que no lloró cuando le dijeron que su esposo había muerto. El juez, sorprendido con la presentación del fiscal, le cuestionó cómo era posible haberla dejado sin fianza y sin comunicación con sus abogados con tan pobre evidencia. Por lo tanto, no había caso.

Rosa Collazo es escoltada por el alguacil federal Thomas J. Lunney a la Casa de Detención para Mujeres en Nueva York. Foto tomada de la colección digital de fotos del periódico El Mundo de la Universidad de Puerto Rico. http://bibliotecadigital.uprrp.edu/cdm/singleitem/collection/ELM4068/id/3639/rec/1

Una vez dejada en libertad, Rosa se incorporó en la lucha por la vida de Óscar, quien fue sentenciado de morir en la silla eléctrica. Durante el proceso de juicio de su esposo, Rosa era perseguida constantemente por el FBI. Para evitar comprometer a otras personas, solo salía al tribunal a ver el juicio de su esposo. Óscar fue sentenciado a pena de muerte. Rosa se dedicó, tanto de día como de noche, a buscar firmas para salvar la vida de su esposo. Con su sacrificio logró recoger cerca de 100,000 firmas y cientos de cartas, algunas de figuras prominentes de la época. Tras la presión pública, tanto nacional como internacional, en julio de 1952 el presidente Truman conmutó la sentencia a muerte de Óscar.

Rosa Collazo en el recogido de firmas para la anulación de la sentencia de muerte de su esposo Óscar.

Foto tomada del perfil público de Facebook de Lydia Collazo, hija de ambos. https://www.facebook.com/photo.phpfbid=329455377158490&set=a.113152632122100.14383.100002820923591&type=3&theater

Pese a todo lo enfrentado, no lograron apagar en Rosa la llama patriótica. Así que continuó colaborando con el PNPR. El primero de marzo de 1954 un grupo de nacionalistas compuesto por Lolita Lebrón, Irving Flores, Rafael Cancel Miranda y Andrés Figueroa Cordero asaltaron la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos. La misión era atraer la atención internacional sobre la causa de la independencia de Puerto Rico. A pesar de que Rosa compartía con ellos en actividades del partido, le tomó por sorpresa esta acción, pues desconocía por completo el plan. En el momento de los hechos, ella era la tesorera de la Junta del PNPR en Nueva York. Por tanto, sabía que su arresto era inminente.

Días después del ataque al Congreso se llevaron arrestada a Rosa nuevamente a la Casa de Detención de Mujeres. La puertorriqueña recibió una condena de seis años de cárcel por tratar de derrocar el gobierno de Estados Unidos por la fuerza. De allí fue luego llevada a la cárcel federal para mujeres en Alderson, West Virginia. En esta prisión compartió con otras nacionalistas: Blanca Canales, Lolita Lebrón y Carmen Torresola. Allí las autoridades le ofrecieron que renegara al PNPR para otorgarle la libertad. No obstante, Rosa era inquebrantable pese a las presiones que tuvo que enfrentar. Definitivamente, fue una mujer firmes convicciones.

Luego de cumplir su pena, vino por un corto tiempo a Puerto Rico para visitar a su mamá, quien estaba delicada de salud. Semanas después, regresó a Nueva York. No hubo castigo que pudiera debilitar las convicciones de esta mujer. Así que, nuevamente se integró a la lucha nacionalista. Entre las gratas experiencias vividas posteriormente, fue la de conocer personalmente a Ernesto “Ché” Guevara. Con el líder revolucionario tuvo el honor de hablar sobre la independencia para Puerto Rico y la Revolución Cubana, entre otros asuntos.

En 1968 Rosa regresó a vivir a su patria. Ya en Puerto Rico colaboró y/o apoyó a distintos movimientos independentistas y luchas sociales como la de la salida de la marina de Culebra y Vieques. En 1977 se formó un comité enfocado en liberar a los nacionalistas presos. Por su puesto, allí estaba presente Rosa. Dos años después, el presidente Jimmy Carter les perdonó su sentencia. Tras 29 años de prisión Óscar fue liberado y regresó a su patria junto a otros nacionalistas. De vuelta a Puerto Rico, Óscar y Rosa vivieron separados sin embargo, mantuvieron una buena relación.

Rosa a lo largo de su vida estuvo presente en diversas luchas. Esta foto fue tomada en 1985, al frente de lo que era la cárcel La Princesa en el viejo San Juan. Allí se encontraban miembros y colaboradores del Comité pro Defensa de don Pedro Albizu Campos, quienes denunciaron las torturas y el asesinato del líder nacionalista. De izquierda a derecha: Judith Ortiz Roldán, Ñin Negrón, Pedro Aponte Vázquez, Rosa Collazo, Paulino Castro y Pepe Rivera Sotomayor. Imagen tomada de la página Pedro Aponte Vázquez, uno de los historiadores que más ha investigado sobre el Partido Nacionalista. Disponible en: http://pedroapontevazquez.com/lo-patriotico-de-ambas-partes-en-este-momento-historico/.

Rosa falleció en el 1988, a sus 84 años. Su vida fue una llena de sacrificios y luchas. No hubo presión o castigo que la infringiera su espíritu libertario. La pasión y compromiso por su ideal la convirtió en una mujer de grandes convicciones. Estos rasgos la convierten en una puertorriqueña digna de admirar.

En 1993 se publicó el libro las Memorias de Rosa Collazo. En esta autobiografía, de cerca de 150 páginas, Rosa hace un recuento sus experiencias. Es un recurso útil para conocer de forma más profunda la vida de esta mujer y la historia del Partido Nacionalista desde la perspectiva de una de sus protagonistas. En el 2016 se publicó el libro Nationalist Heroines: Puerto Rican Women History Forgot 1930s-1950s por la historiadora Olga Jiménez. Esta reciente obra, que está bien documentada, es recomendada para conocer la historia de otras mujeres inquebrantables como lo fue Rosa Collazo. Además, les invitamos a que se mantengan pendientes a las publicaciones de esta revista virtual Mujeres con Visión ya que continuaremos rescatando y dando a conocer la historia de grandes puertorriqueñas de todos los ideales dignas de admirar.

Bibliografía:

Collazo, Rosa. Memorias de Rosa Collazo. Puerto Rico: Grafito, 1993.

Pour, Margaret. “Puerto Rican Women Nationalist vs. U.S. Colonialism: An Exploration of Their Conditions and Struggles in Jail and Court”. Chicago-Kent Law Review. Vol. 87 (2012): 463-479. (Accedido el 27 de febrero de 2017). http://scholarship.kentlaw.iit.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=3842&context=cklawreview

Ruiz, Vicki L. y Virginia Sáchez Korrol. Latinas in the United States: Set: A Historical Encyclopedia. Bloomington: Indiana University Press, 2006.

 

La utuadeña Glorimar Rodríguez González cursó sus grados primarios y secundarios en las escuelas públicas de la Ciudad del Viví. Realizó un Bachillerato en Artes con concentración en Educación Elemental en la Universidad de Puerto Rico y obtuvo una Maestría en Artes con especialidad en Historia de la Pontifica Universidad Católica de Puerto Rico. Actualmente cursa el Doctorado en Filosofía y Letras con especialidad en Historia, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, en donde se encuentra realizando su tesis doctoral relacionada al tema de género y política en Puerto Rico. Desde el 2013 ejerce como profesora de historia y humanidades en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Utuado y en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, Recinto de Ponce. Glorimar ha presentado diversas conferencias y ponencias, entre ellas, en el XII Congreso Centroamericano de Historia, celebrado en El Salvador. Además, tiene varias publicaciones, entre las que se encuentra su libro Historia del Partido Nacionalista en Utuado. Por su preparación académica e investigaciones Glorimar se convirtió en la primera mujer historiadora utuadeña.

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