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Aventura en el Unibón - Parte II

(Para ver la primera parte de este artículo, oprime aquí)

Cruzando para llegar a la cueva

Regresamos a la planta de la AAA y seguimos camino en la otra dirección. La bajada hasta el río en este lado fue mucho más fácil, aunque Alexandra siguió haciendo alarde de su habilidad para patinar cuesta abajo y sobrevivir. Una vez abajo nos percatamos que una de las compañeras no deseaba continuar por problemas en su tobillo, así que Tito pidió a uno de los guías que se quedara con ella mientras las demás continuaban la travesía. Ramón les llevó por el sendero hasta el otro lado de la cueva, donde podrían ver a las participantes salir por el río y tomar fotos.

Ya en el río, la bajada presentaba algunos retos como caminar pegadas a la pared porque el camino se hacía angosto y, al final de la cornisa de piedra, usar una escalerita tallada en la roca desde donde brincamos al agua porque no se podía seguir por las piedras. Sobre la caída, como sobre tantas cosas en la aventura, había varias versiones. Para unas era un saltito quitáo y para otras algo parecido a La Quebrada en Acapulco (foto a la izquireda), pero todas lo hicimos. La realidad es que la altura no excedía los seis pies.

Volvimos a las rocas y bajamos por encima de un tubo de cemento grandote. Nos dijeron que era de las piezas que se cayeron de la planta de la AAA y que el río había arrastrado hasta allí. Vale la pena comentar que en varios lugares pudimos observar cómo la fuerza del río crecido había movido grandes piedras y arrancado árboles.

Chorro (foto de Zayra)

Si no fuera porque lo vimos con nuestros propios ojos, no hubiésemos creído que el río podía llegar tan alto en tiempos de mucha lluvia. Según nos contaron Ramón y Tito, los escombros a gran altura eran muestra de lo que pasaba cuando las cuevas se llenaban de árboles y formaban una especie de tapón para el agua. La acumulación de agua antes de la cueva podía aumentar su nivel hasta varias decenas de pies.

Luego del tubo vimos un petroglifo que a una compañera le pareció una cara desgastada. Yo pensé que parecía un muñequito. Nadamos un poco para alcanzar la cueva y cuando llegamos a la entrada el guía nos dijo que estaba tapada por árboles e impasable. Ya íbamos cero de dos.

De regreso volvimos a nadar y esta vez pasamos por dentro del tubo. Tania decidió darse un bañito en una cascadita pequeña que caía a un lado de la roca, cuestión de bajar el calor (¡y porque ella no puede resistirse a una cascada, chorro o goteo!). Subimos por otra área y nos sentamos en una piedra para impulsarnos. Más allá había una charquita donde Cecilia decidió meterse a refrescarse. A través de toda la aventura vimos que a Cecilia le encantaba el agua. No perdió una oportunidad de estar hasta el cuello o flotar, y no disimulaba su alegría al hacerlo. En la subida vimos una culebra que nuevamente, dependiendo de a quien se le preguntara, era como una lombriz o como Anaconda (la de la película, no la de verdad, que ya de por sí es enorme).

Como dije, ya íbamos cero de dos con las benditas cuevas, pero Ramón y Tito todavía nos guardaban un tercer intento. Seguimos camino abajo hasta llegar nuevamente (¡y fácilmente, yes!) hasta el río. Allí vimos un charco que, aunque bonito, no llamaba tanto la atención a esa hora fría y nublada. Recibimos instrucciones de quitarnos los bultos y dejar todo para nadar (realmente flotar) hasta donde el charco daba una curva a la izquierda.

Monte Adentro Aventour

Tentativamente y con mucho recelo fuimos entrando al agua. No estaba fría, ¡estaba helada! Entre gritos y risas fuimos entrando una a una, hasta que todas comenzamos a nadar hacia donde se encontraba Tito, sentado en un árbol caído que cruzaba el charco.

Foto por Tania

Mentiríamos si dijéramos que alguna de nosotras no soltó al menos un gran suspiro cuando vimos lo que nos esperaba. Ahí, en ese preciso momento, supimos que volveríamos al Unibón con Monte Adentro Aventour y Ríos, Charcas y Cascadas. Frente a nosotras estaba uno de los espectáculos más bellos que hay en Puerto Rico: un puente natural que formaba una especie de caverna-laberinto con el río y donde podíamos apreciar las lloviznas cayendo en distintas partes, las piedras que zigzagueaban y la luz del otro lado. ¡Fue mágico, espectacular y único! Como tuvimos que dejar las cámaras en los bultos, solo Tania pudo tomar varias fotos con su GoPro.

Foto por Tania

Al salir del pasadizo de vuelta al charco, nos dimos la vuelta de forma tal que flotábamos boca arriba. La visión de las gotas cayendo desde lo alto, el borde del puente natural, los árboles y el cielo se conjugaron para crear una estampa que no puede describirse con palabras. Nada más ese momento pagaba con creces la frustración de no poder pasar las cuevas y el ejercicio infame de la cuesta del arbolito. (Nota: La mamá de una amiga nos dijo que la descripción que hicimos de la subida hasta el árbol en el artículo anterior le parecía a lo de subir el “palo encebao”. La referencia es de un juego de un programa televisivo de hace varias décadas).

Llenas de asombro, contentas y un tanto satisfechas de tener esa visión como corolario del Unibón, emprendimos el camino de regreso. ¿Recuerdan lo que dijimos de las calabazas en la primera parte de este artículo? Pues ahora las calabazas estaban “jalda abajo” y con las fuerzas a medio pocillo. La subida (la cuesta no está fácil) sería descrita por las compañeras según su experiencia particular en uno de los tres grupos que surgieron: el primero, donde Lolly y Mariam se la pasearon como si estuvieran caminando ‘flat’, el segundo, donde el batallón casi completo subió solo con ligeros problemas, y la retaguardia, donde dos almas llegaron explotás, jalando pajita del tanque.

Ramón, Marela y Evelyn

En el descanso aprovechamos para conversar un rato y tomar una foto del grupo. Luego terminamos la cuesta y nos despedimos de la familia que cuidó nuestros vehículos mientras estuvimos en el río. Pero la aventura no terminó ahí. Tito y Ramón nos dijeron que tenían tres sorpresas adicionales, así que nos montamos en los carros y partimos a la primera…

TODAS las Mujeres con Visión (inside joke)
 

(No te pierdas la última parte de este artículo, pronto en Mujeres con Visión)

Mujeres con Visión agradece a: Ríos, Charcas y Cascadas de Puerto Rico – Tito Maldonado y su equipo proveyeron el contacto con Monte Adentro Aventour para hacer posible esta aventura. Igualmente, nos acompañaron durante todo el trayecto y añadieron nuevas paradas. RCC tiene múltiples aventuras a través de toda la Isla. Para más información y para separar tu espacio en una próxima aventura, comunícate en: https://www.facebook.com/groups/charcasycascadas/ Monte Adentro Aventour – Ramón Betancourt proveyó el equipo para nuestras mujeres con visión. La Aventura en el Unibón es parte de la oferta variada que tiene Monte Adentro Aventour en excursiones y pasadías. Para más información y para separar tu espacio en una próxima aventura, comunícate en: https://www.facebook.com/monteadentroaventour

 

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