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Sexo que te quiero sexo

Podemos comenzar reconociendo que se nos enseñó que el sexo era malo y sucio. Se nos enfatizó cuáles partes del cuerpo tapar y que sentir, ver y curiosear es pecado. Hasta pensar en sexo es malo y… ¿qué hago hablando de sexo entonces?

Un día me enamoré y comencé a sentir esa ilusión de un beso, de ser abrazada y aceptada por ese ser que tantas cosas despertaba en mi cuerpo, en mi piel y en mi inocente corazón. De ahí pasaron años antes de que un chico me pusiera un dedo encima y la realidad es que, cuando por fin probé la fruta prohibida, no se sintió sucio, ni pecaminoso, ni malo. ¡Ah, pero el cargo de conciencia era otro capítulo! Ahora debía callar, esconder, mentir si fuera necesario, porque nadie podía saber que tuve sexo y mucho menos que lo disfruté y que quiero más.

Durante el matrimonio se me exigió socialmente mantener una imagen de mujer seria. Si alguien sabe lo que eso significa que me envíe un memo. Una navidad me enamoré de un traje que me llegaba justo sobre las rodillas. A mi esposo le encantó pero me cuestionó el largo. Le repetí lo que le contesté durante el noviazgo, cuando pretendió decirme que ahora que estábamos juntos no debía ir en bermudas a la universidad: “Tú me conociste vistiendo así. Tú te enamoraste viéndome así y me elegiste entre tantas. Mi personalidad y mi estilo de vestir lo defino yo. Yo pregunté si me queda bien, no si el largo te parece apropiado.” Y lo compré.

En víspera de Navidad la familia se reunió y cuando mi madre me vio con el hermoso vestido le dijo a mi esposo: ”Mijo, ella es una mujer casada, ponle un poco de vergüenza.” Él contestó: “Yo intenté, pero usted sabe cómo es ella.” Mi madre añadió: “Ciertamente le queda espectacular.” Y él asintió. Y así, en cada Navidad o fiesta, se podían escuchar comentarios similares.

Muchas veces me pregunté por qué los hombres esperan que las mujeres cambiemos cuando entramos a una relación y luego se quejan con sus amigos que hemos cambiado, que ya no nos arreglamos o hemos aumentado de peso. La realidad es que sentirse deseada o atractiva es una de las reglas básicas para el buen sexo. Entonces, debemos fomentar vestirnos con ropa que nos haga sentir a gusto con nosotras mismas. Menos de un 3% de la población es millonaria y menos del 5% de las mujeres luce como las que aparecen en tu programa o novela favorita, gozando de buena salud. Entonces, si nos aceptamos físicamente como somos y nos disfrutamos lucirle bien a nuestras parejas, ¿por qué debemos sentir vergüenza por también desear ser atractivas, ser deseadas y querer sexo? Esperar a expresarnos con alegría, deseo y amor para cuando tengamos dinero, cuando saldemos el carro o cuando bajemos 10 libras, es posponer una felicidad que jamás se recupera.

Finalmente, tenemos que vencer los estereotipos de que los hombres gozan más del sexo que nosotras. Totalmente falso. Los hombres eligen mujeres que parezcan tener poca experiencia sexual para casarse con ellas. Luego se sienten atraídos por las que saben mucho y son pícaras. ¿Por qué no elegir una que desde el comienzo vaya a la par con tus deseos? La sexualidad es un tema abarcador, pero pretendo dejar claro que debemos, como mujeres, dejar atrás las ideas que nos impiden ser felices. Debemos vestir y representar lo más genuino de nuestra personalidad. Debemos exigir lo que queremos en el sexo.

La felicidad la construimos momento a momento. Vive al máximo hoy y deja que tu sexualidad hable como una parte natural de ti. Si te gusta el vestido, cómpratelo. ¡Si quieres más sexo, hazlo!

 

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