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Igualismo



Muchas personas entienden la lucha por los derechos de la mujer como una dialéctica, una guerra entre los sexos. Aunque es cierto que en muchos contextos se ha traído el asunto de la igualdad de género como un choque entre el hombre y la mujer, hay que entender que la mayor parte de estos esfuerzos surgieron bajo otras realidades socio-políticas que no permitían un acercamiento más diplomático.


Un ejemplo de ello fue la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. Desde la Guerra Civil hasta los años sesenta, los negros vivieron una libertad y una democracia de segunda clase. El aparato gubernamental estaba predicado y dirigido por la mayoría blanca. Poco a poco se fueron adelantando algunos derechos, pero todo llegó a su punto culminante cuando esos derechos no avanzaron al mismo paso que exigían los demás cambios sociales. La lucha de frente, demasiadas veces violenta, que se dio en los sesenta, fue necesaria porque el desfase entre los derechos de unos y de otros era insostenible.


La lucha por los derechos de la mujer también ha tenido episodios de violencia. Mientras los avances en esos derechos no vayan a la par con las exigencias de la sociedad actual, seguimos en riesgo de luchas violentas en el futuro. Es por ello que este tema debe ser traído desde todos los frentes: pensamiento, educación y acción pronta y decisiva.


Es fácil criticar a una mujer que proponga castrar a un hombre porque pensamos que tal cosa es una barbarie. Pero si nos ponemos en su lugar y vemos que esa mujer fue repetidamente violada, física y mentalmente, golpeada y abusada, entonces empezamos a ver otro lado de la moneda. ¿Quién de nosotros no quisiera hacer lo mismo si la víctima hubiese sido nuestra hija, hermana o madre?



Obviamente, la solución no puede tratar de acabar con esa violencia utilizando más violencia. Si hacemos eso no estaremos enseñando cambios, estaremos enseñando que es posible actuar así siempre y cuando no te cojan. Eso no produce cambios; produce gente mas experta en hacer daño y esconder su fechoría o, peor aún, en eliminar su víctima.


La pérdida de una vida, hombre o mujer, por la violencia de género es una desgracia. La meta no puede ser reducir los episodios de violencia doméstica o institucional, tiene que ser erradicarla. Un solo caso es demasiado para una sociedad. Por eso tenemos que unirnos en la lucha y tenemos que incluirnos TODOS.


Desde Los Igualistas hacemos ese planteamiento de unión y de lucha con una perspectiva masculina. Igualdad no significa similitud. Hombre es hombre y mujer es mujer. Entre ambos hay, agraciadamente, una infinidad de diferencias. No queremos menos de esa riqueza en el mundo y por lo tanto no buscamos que el hombre sea similar a la mujer. Lo que buscamos es que todas las personas, hombres y mujeres, gocen de los mismos derechos y las mismas protecciones que puede ofrecer la sociedad.


También buscamos que tanto el hombre como la mujer pueda asumir el rol que le plazca si verse obligad@ a dar excusas. Tenemos que eliminar las barreras de los roles como prerrequisito para aceptar a una persona. Nadie debe ser juzgado porque le guste actuar en roles que tradicionalmente han sido asignados al otro género. Eso es discrimen, es una estupidez de marca mayor y retrasa nuestro desarrollo democrático. Cada cual debe ser TOTALMENTE libre de asumir el rol que le haga sentir bien o no asumir ninguno claramente. La realidad es que ese rol no importa porque nunca dejará de ser humano y con ser humano es suficiente para tener derechos iguales y para no tener que dar excusas.

 

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