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Visión onírica: Carla Negrón



Carla nos recibió en su hogar con una amplia sonrisa y mil palabras que, de zopetón, nos dejaron saber que la experiencia no sería como cualquier otra. Y no era para menos, ya que quienes han conocido a esta artista puertorriqueña saben que todo en ella es luz, color y pasión por su obra.


La conversación giró entre sus logros, las visiones que le mueven a convertirse en parte integral de sus lienzos, su irreverencia y los toques de trascendencia metafísica (la mística, le llama) que permean su visión de mundo. En ese mundo la mujer es protagonista y ella es el pincel que escribe esa tan necesaria historia.


En Carla existe una necesidad, una lucha primordial por llevar mensajes a través de su arte. Lo interesante de ello, especialmente para nosotras, es que Carla reconoce a la mujer como esa vía por donde transitan la libertad, la armonía y el caos. Por ello nos advierte que su arte es “para mentes libres, emancipadas de la obsesión con la función del objeto.” Sus piezas son extensiones suyas, por lo que el observador tiene la oportunidad de entrar en su mundo y descubrir lo que le mueve a pintar flores, vírgenes y autorretratos de unos colores vivos o, como ella misma dice, “fuertes, fuera de mis propias barreras.”


¿Y cómo se ve ella, como se refleja en su pintura? Tomando una pieza con dos caras, nos dice: “es la dualidad, pero no representa que yo me pongo máscaras; significa que en mí puedo hacer mucho.” Es entonces cuando encontramos una de las claves que nos permite comenzar a desenredar la deliciosa complejidad de Carla: le perdió el miedo a vivir. Como en cualquier arte, reconoce que hay quienes aprecian y critican, con y sin conocimiento, y con y sin razón. Por eso es tan importante su mensaje artístico, porque más allá de una serie de colores y formas plasmadas en la tela, ofrece una guía a todas las mujeres que deciden darse la oportunidad y tener el valor de vivir como quieren y no como otros quieren que vivan. Carla es tajante en su análisis y receta, asegurándonos que “yo no voy a comprometer quien soy.”


Carla conoce la lucha, la necesidad primaria de una mujer a quien nada le es dado por dádiva y que tiene que luchar cada día para vivir. Esas experiencias, que literalmente lleva a flor de piel, son las que le hacen aparecer como un ser vibrante, con una dura suavidad que no cesa ni por un segundo de recordarnos lo que significa soñar en un mundo que no cree en sueños y triunfar en una vocación que derrotaría a esas almas que no tienen su fortaleza espiritual.


Y es que Carla es una mujer con visión. Sabe lo que quiere y lo hace. No ofrece excusas porque son innecesarias.


 

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