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Mi querido viejo


No existe un manual que te diga como debes criar a tus hijos, qué decir ni hacer en cada momento de su vida. Pues ahí comienza la ardua labor de qué debo hacer, qué debo decir, cómo lo hago, lo estaré haciendo bien. Todas estas preguntas te vienen a la mente. Y ahora que yo soy madre, pude entender y comprender a mi querido viejo. Mí querido viejo un hombre muy especial en mi vida, pues de él aprendí tanto.

Mi querido viejo hombre humilde, de carácter fuerte pero de corazón noble. De pocas palabras de afecto pero de mucha muestra de amor con sus acciones que iban por encima de todo. Hombre protector, hombre de familia, trabajador por demás. Estricto y decidido con sus palabras pero manso de espíritu. Mi querido viejo siempre apegado a mí consintiéndome, abrumándome siempre con sus sabios consejos. Hombre de pensamientos profundos. Mi querido viejo muchas veces mi luz en la oscuridad. Muchos años después entendí que sus regaños eran muestra de su amor por mí; pues no quería que nada me pasara y mucho menos verme sufrir.

Con el pasar del tiempo me di cuenta que tenía gran parecido a mi querido viejo, pues él había sido mi ejemplo, mi modelo a seguir. Entonces lo admiré más, yo era producto de todas esas palabras sabias y de sus ejemplos, me había convertido en una mujer de carácter fuerte, decidida, perseverante; en una madre protectora, de pocas palabras de afecto pero con acciones llenas de amor.

De mi querido viejo aprendí el valor del respeto, de mantenerme callada en una conversación de adultos, de no tomar nada que no fuera mío. No tan solo eso, sino el hacerme respetar por los demás, ese valor me lo daba yo misma. Me enseñó que cuando uno respetaba las personas siempre te iban a querer. Y me decía, “respete para que la respeten”. De mi padre aprendí a ser responsable, pues eso creaba en los demás confianza hacia a ti. La responsabilidad iba de la mano con la puntualidad, pues nunca debía llegar tarde a ningún sitio y mucho menos al trabajo. Nos enseñó a llegar una hora antes a los sitios, mínimo treinta minutos antes: fuerte. Me enseñó a ser una mujer independiente, a que debía estudiar para no tener que depender de nadie, y mucho menos de un hombre. A no esperar por nadie para hacer mis cosas. Me decía que siempre tenía que decir la verdad, porque después me tenía que acordar de todas las mentiras que había dicho para no quedar mal. Así, que era mejor decir la verdad y ser honesta, porque la verdad siempre se iba a saber. Y siempre nos decía a mis hermanos y a mí, que tuviéramos cuidado con quien nos “juntábamos” (personas que compartíamos), porque si compartíamos con personas con pocos valores también nos iban a juzgar igual que ellos aunque no hiciéramos lo mismo que ellos. Y nos recalcaba el refrán, “dime con quien andas y te diré quién eres”.

Hoy puedo decir que muchas veces cuando me miro en el espejo, veo el reflejo de mi querido viejo, pues me parezco mucho a él. Hoy puedo mirar a los ojos de mi padre y ver lo orgulloso que esta de mí. Pues gran parte de los que soy es producto de sus enseñanzas, sus valores, de sus continuos sermones llenos de amor oculto. Mi querido viejo, no tiene idea de cuanto lo amo y admiro: a pesar de las adversidades, siempre estuvo ahí.

 

Johanna Figueroa Vega

Maestra de Educación Elemental

Certificación como Maestra de Inglés

Maestría en Educación Bilingüe

Tengo 42 años de edad, vivo en Yauco, Puerto Rico. Tengo 17 años de experiencia como maestra. Tengo tres hermosas hijas, y uno de mis grandes sueños es poder escribir un libro impactante y exitoso.

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