top of page

La Ley del Reconocimiento


Nunca olvidaré esos ojos verdes transparentes detrás de sus anteojos, esa sonrisa pícara que tramaba alguna broma, o esa disposición a hacer lo que fuera necesario por nosotros sus hijos (¡5 mujeres y un varón!). Nos buscaba, llevaba y traía donde fuera. No importaba la hora. Él estaría ahí para nosotros. Nunca se quejaba de ser nuestro “chofer” o nuestro maestro particular en temas de física, química o historia.

Supongo que, de alguna manera, vamos acompañando etapas que vienen con la edad: la presbicia viene con los años, y nos lleva a tener que alejar las cosas para poder apreciarlas. Así nos pasa a veces con la vida. Mientras más nos alejamos de algunas personas o circunstancias, podemos apreciarlas cada vez mejor.

La Ley del Reconocimiento es una de mis favoritas. Ésta establece que todo lo que necesitamos “ya está en tu vida, sólo a la espera de ser reconocido y celebrado. Pero lo que no se puede reconocer, no se puede celebrar, y lo que no se celebrar, tarde o temprano abandonará tu vida”*.

Desde esta perspectiva, creo que tuve el padre que necesitaba tener. Mi padre fue esa persona paciente y reservada que me dejó mucho más allá que un apellido. Más allá del amor y cuidado que me entregó, puedo enumerar algunas de las tantas lecciones que estarán para siempre en mi aljaba de flechas para la vida:

Aprendí que vale más la sabiduría del silencio y la estrategia del jugador de ajedrez, que la respuesta impetuosa que reacciona ante la primera provocación.

Aprendí también que lleva muchos años construir una vida y profesión basada en la confianza de otros que depositan su vida en tus manos, como para ponerla en juego por locuras.

Aprendí sin lecciones teóricas que se puede ser un médico por pura vocación, y que llevar ese título no te coloca en el pedestal de los ganadores, te hace un servidor.

Aprendí a observar que tienes dos formas de decir que no: una es diciéndola y destinando mucha energía discutiendo o explicando por qué dices que “no”, y otra es simplemente haciendo lo que decidiste, sin muchas vueltas!

Aprendí que discutir temas de política, historia y religión, sí eran para la familia y el momento de la mesa y puedes sobrevivir a eso!

Aprendí que cada uno de nosotros hacemos lo que podemos. Actuamos conforme a la luz que tenemos en cierto momento. Normalmente no dañamos a otros a propósito. Simplemente no supimos o no pudimos hacerlo mejor.

Aprendí que necesitamos tomar el legado que la Vida destinó para nosotros a través de quienes nos rodean, celebrando lo bueno a imitar, porque ese bagaje será útil para el camino.

Por último, aprendí que mientras más contemplo mis propias limitaciones, bajan mis propios niveles de juicio. Agradezco. Y refuerzo la decisión de madurar, que no es lo mismo que envejecer.

Ojalá que estas líneas puedan honrar al Dr. Jorge Cordones. Médico rural con más de 35 años de servicio como Director de un Hospital del Interior de Argentina. Atendió innumerables partos, como también acompañó a muchos ancianos a través de sus últimos días, hasta algunos animales heridos que algún paciente le traía sin esperanzas de recuperación. Un hombre que también dedicó sus horas a asistir espiritualmente con palabras de fe a sus pacientes. Mi orgullo. Mi padre.

 

Andrea Cordones

Ig:@andrea.cordones

Facebook: Andrea Cordones

Periodista

Fundadora de Mujeres que Avanzan

Ig: @fundacionmujeresqueavanzan

Facebook: Fundación Mujeres que Avanzan

*Cita 1: Mike Murdok “La Ley del Reconocimiento”.

bottom of page