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Historias de una fotógrafa aficionada: Mi reencuentro


Justo cuando estaba ascendiendo a la superficie miré hacia abajo y vi a una muñeca que yacía en el fondo del mar, despertando un sentimiento inexplicable en mi interior. En solo segundos tenía que decidir si regresar y rescatar a la muñeca o continuar hacia la superficie antes que se terminara el aire. Pero si no la rescataba me quedaría sin comprender ese sentimiento inexplicable que había despertado en mi. Y mi niña interior tomó control dejándome saber que rescatarla era la única elección.

Esa niña de mi interior con mucho amor comenzó a limpiar el cuerpo de la muñeca que estaba lleno de mugre que habían depositado en ella individuos sin escrúpulos. Fue desenredando su pelo liberándola de nudos que la ataban a un pasado cruel e injusto. Lavó sus ojos para que pudiera ver con claridad que no era culpable de lo vivido en su niñez. También le lavó sus pequeños deditos en los cuales aún quedaban restos de la identidad de sus verdugos. La tomó entre sus brazos para transmitirle lo orgullosa que se sentía de ella por ser una inquebrantable guerrera. Le contó de sus luchas en la vida y como logró superarlas. Y se abrazaron y lloraron en un rincón de mi ser. Entendiendo que no tenía nada que perdonarme y que tenía que liberarme del pasado.

Desde nuestra niñez somos vistas como objetos sin valor, nos atropellan física y emocionalmente. Nos roban nuestra inocencia y asesinan nuestra infancia. Luego vivimos arrastrando cadenas de culpas que no nos pertenecen impidiendo vivir la vida a plenitud. Tenemos que armarnos de valor y enfrentarnos con nuestro pasado y con nuestro presente, tomar control de nuestra vida y liberarnos de las cadenas que impiden nuestra libertad. Es momento de conectarnos con nuestra esencia, de borrar las doctrinas machistas de nuestra mente, es momento de hacernos valer y reclamar nuestro espacio.

Y entonces en medio de una multitud de miedos, culpas ajenas y prejuicios, mi niña con su muñeca entre sus brazos, se abrió paso hasta encontrarme, nos abrazamos y continuamos nuestro ascenso libres sin ataduras.

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