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Las mujeres en la política


La portada inaugural de nuestra revista en el 2016 llevaba a cuatro mujeres que aspiraban a los cargos públicos más altos dentro de sus respectivos partidos. Escoger ese tema fue motivo de satisfacción para muchas de nuestras lectoras, pero algunas levantaron su voz diciendo que las representadas no necesariamente tenían las características o historial para ser destacadas.

El tiempo, sin embargo, nos da la razón. Hoy, más que nunca, las mujeres estamos comprendiendo y actuando sobre un tema que hasta hace poco era imposible de tocar en público: es a través de la participación política que las mujeres podemos adelantar nuestras causas comunes.

Cierto, hay muchas mujeres que están haciendo la diferencia desde el sector privado y a través de organizaciones sin fines de lucro. No hay duda que esas aportaciones son fundamentales en la lucha por la equidad de géneros. Sin embargo, también está claro que las políticas públicas establecidas desde el poder gubernamental tienen el mayor impacto en todas las mujeres. Hasta ahora ese impacto ha sido mayormente negativo y sus consecuencias nefastas para nosotras.

La prensa estadounidense destaca que, de cara a las elecciones de noviembre en los Estados Unidos, un récord de 256 mujeres están en las papeletas para ser electas, 234 de ellas para la Cámara de Representantes y 22 para el Senado. De estas, 197 son candidatas demócratas y 59 republicanas. En las campañas para gobernador estatal, hay un total de 16 candidatas, 12 demócratas y cuatro republicanas. Estos números nos dan aliento.

No debemos engañarnos. Hay realidades políticas que siguen siendo tan claras como el día. El número de candidatas a puestos electivos en los Estados Unidos, aunque sin precedente, es aún una pequeña parte de la cantidad total de puestos electivos disponibles. Estos no solo se debe a que no hay una mayoría de aspirantes femeninas en ninguna de las cámaras o gobernaciones, sino a que muchas de ellas enfrentan candidatos varones que tienen más posibilidades de ganar las elecciones. Es un adelanto, pero solo debe ser el despertar de la mujer, no un logro para festejar y olvidar en el futuro. Igual que muchas otras mujeres que hicieron y hacen avances significativos en las luchas por nuestros derechos, estas candidatas deben ser aplaudidas, apoyadas y emuladas.

El futuro para la mujer en la política estadounidense luce prometedor. En Puerto Rico, no tanto. Aquí, aunque nuestra población es más homogénea y mucho más fácil de manejar por causa de las limitaciones poblacionales y territoriales, la mujer sigue estando muy atrás en la esfera política. El machismo, el tribalismo político y la falta de interés por nuestros derechos nos sigue condenando a una representación minoritaria en todos los foros públicos que pueden tener un impacto en nuestras vidas.

Muchas mujeres de valor, comprensiblemente, rehúsan entrar en carreras políticas por las consecuencias familiares y personales que tiene exponerse al pueblo. Nuestra política sigue siendo de barricada, baja, insustancial e insensible. Es difícil llevar un mensaje de cambio bajo esas circunstancias. Igualmente, es nuestro deber. Es nuestra responsabilidad.

¿Qué podemos hacer? Pues levantarnos sobre todo eso. Tenemos que aprender que una mujer en un puesto público es una oportunidad para nosotras. Tenemos que aprender que los partidos políticos nos son nuestras madres, hermanos, religiones, hogares o credos. Son vehículos. Pueden servir para unir o para separar. Tenemos que levantarnos sobre los partidos y consignas y apoyar mujeres dentro de todo el espectro político. El cambio vendrá cuando tengamos la representación necesaria para llevar a cabo ese cambio, SIN IMPORTAR EL PARTIDO AL QUE PERTENEZCAN.

Por ello, tenemos que alentar nuestra participación en el proceso. Igual que las luchadoras de antaño igual que las bravas que ahora lo hacen en los Estados Unidos, en el 2020 podemos llevar a las urnas una proporción gigantesca de mujeres. Podemos aprender por fin que nuestro futuro está en las urnas y tener el valor de votar por mujeres, aún fuera de nuestras creencias políticas particulares. Después de todo, muy pocas de nosotras derivamos beneficio alguno de votar por tal o cual partido. Tenemos que quitarnos la venda y sacudirnos la costra política que nos mantiene esclavas de un sistema que no responde a nuestras necesidades.

Uno de los logros más grandes de la política patriarcal y machista es hacernos creer que todos los políticos son iguales y que esto no lo cambia nadie. Hemos metido bien profundo en nuestras almas un cinismo terrible contra los partidos, los candidatos, las elecciones y el gobierno. Por eso estamos pagando la condena. Ahora, si bien es cierto que casi todos los políticos son iguales, puedo asegurarte que todas las políticas no. Las mujeres no somos iguales. ¡Nosotras podemos cambiar a nuestro país y al mundo entero!

Nuestro deber ahora, en un momento tan importante de la historia política de la mujer, es participar y luchar; es llevar muchas, muchas mujeres a las elecciones y elegirlas para que nos gobiernen. Si hacemos es pacto, si nos unimos, cambiaremos el futuro de nuestra tierra y el de las mujeres. Además, seremos ejemplo para todo el mundo. Esa es nuestra responsabilidad. El llamado es histórico y teneos que aceptar el reto. En las próximas primarias y elecciones no te quedes en tu casa. Lleva el mensaje, participa activamente, apoya a nuestras mujeres, invita a otras mujeres a insertarse en el proceso. En estas elecciones, ¡VOTA MUJER!

 

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