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Así fue María


Jamás pensé que la vida cambiaría tanto en un abrir y cerrar de ojos. Como hacían dos semanas que había pasado Irma, no me preocupé tanto para María. A pesar de estar al tanto de las noticias, consideré que pasaría lo mismo, un sustito, algunos días sin luz y agua y ya.


No quiero hacer un cuento cronológico de las largas horas de este fenómeno, ya muchas historias como estas se habrán escrito. Quiero enfocarme en las emociones que surgieron durante, y mucho más importante, después. Los vientos y lluvias, que se comenzaron a sentir en la mañana del 20 de septiembre, incrementaron la ansiedad que quería mantener bajo control desde el día anterior. “¿Nos habremos preparado bien?”, “¿Cuánto durará?”, “¿Qué haremos todo el tiempo en lo que pasa?” Creo que esa última es de las peores, porque sabes que lo único que puedes hacer es esperar, tener paciencia, todo pasará. Cuando escucho en la radio, la única emisora con vida del momento, que alegadamente hay personas en el techo de sus casas esperando a ser rescatadas es que entro en razón y comienzo a pensar, “Esto es más grave de lo que imagino”.


En ese momento donde llega la calma, que no era otra cosa que el ojo de Maria, analizo, “¿El ojo debía pasar por Aguadilla o ésta ha cogido otra ruta?” Pensé, “Por ahí viene la virazón y ya hay 3 árboles de la casa en las verjas de los vecinos, ¿qué le falta tumbar?” Aproveche el momento para dar una salida a tomar aire, ver que había pasado y rogar que lo restante fuera más suavecito.


¡Horas que parecieron días! No había otro pensamiento que no fuera, “¿cuándo va a terminar esto?” Más fuerte y persistente que la “primera mitad”, la virazón terminó de destruir lo que quedaba. La curiosidad era inminente, jamás había presenciado un fenómeno de esta magnitud y no quería imaginar lo que había causado, quería verlo…ya lo había vivido.


Guiar de Aguadilla a Isabela y solo tener un carril para ambas direcciones, porque todo lo demás estaba cubierto con ramas, letreros, postes, escombros, árboles completos no era lo que imaginaba. Edificios destruidos, semáforos inexistentes, vegetación moribunda, ese era el panorama, esa fue la realidad que dejó María.


Las semanas siguientes eran de sobrevivencia y planificación. Nadie quiere estar horas haciendo fila para gasolina, así que hacemos “carpool”, racionamos comida porque no hay en los supermercados, los celulares ya no tenían mucho uso así que no preocupaba si se podían o no cargar. Muchas cosas cambiaron, y se iban a mantener en ese estado por mucho tiempo, no sabía hasta cuando, y ahí entonces pensé, “¿hasta cuando las voy a tolerar yo?”. Llegó el momento de tomar una decisión y dar un paso que no pensé tomaría. Un miedo ca#%@*& tuve cuando tenía las alternativas en mi cabeza, pero debía accionar. En las próximas semanas llegaría una jíbara a nuyol...



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