Mujer con Visión: Menky Ma Lu
Carmen Dolores Marrero Lugo, conocida por nuestras Mujeres con Visión como Menky Ma Lu, nació el 15 de septiembre de 1966 en el hermoso pueblo de Jayuya, Sus padres fueron Alejandra y Roberto, quienes dedicaron su vida a la agricultura para sostener una familia de seis hijos que lograron obtener su profesión y ocupación. Se graduó en 1984 de escuela superior y un año después consiguió el preciado ‘pon’ que le permitió estudiar sistemas de oficina en el National College de Arecibo, viajando todos los días. Trabajó durante 20 años en la Administración de Tribunales y durante ese tiempo terminó su bachillerato en sistemas de oficina en la UMET en Manatí.
Es madre de dos hijos: Giddel (30) y Alexandra (28). El nacimiento de Alexandra cambió la vida de Menky, llevándola incluso a renunciar a su trabajo. Nos dice: “nació Alexandra y todo comenzó a cambiar drásticamente; mi vida, emociones, la vida en el hogar, el temor al futuro… En fin, me quedé para hacer con ella lo que me correspondía sin titubear. Alexandra nació con una vuelta del cordón umbilical en el cuello, no lloró al nacer y Menky recuerda que el medico le dijo: “nació dormida.” Tan pronto llegó a casa comenzó a verla diferente a su hijo mayor en el desarrollo, ya que Menky era la mayor de la familia y le tocaba criar a los hermanos menores, por lo que tenía experiencia en el comportamiento de los niños.
“Alexandra no se sentaba a los nueve meses, no gateaba, no camino a tiempo siempre mostraba un desbalance; al hablar, ni contarles ,y su desarrollo motor extremadamente lento. Tan pronto llego a la escuela comenzó a repetir sus grados primarios, no leía, casi ni hablaba, se le entendía poco (pero yo si la entendía); recuerdo que cuando se frustraba mordió un par de nenas en la escuela”, relata Menky.
Mientras estuvo en su casa la llevó a todas las terapias y tratamientos privados. Jamás esperó por el ‘sistema’, “porque es demasiado lento y yo quería correr con ella.” Tan pronto ella comenzó la escuelita volvió a buscar empleo y la llevaba al colegio cerca de su trabajo. En ese tiempo volvió a tomar otro examen y obtuvo un puesto en el tribunal de Utuado. Cuenta que “regresar al campo nos hizo mucho bien. Ella necesitaba terapia física y jugar libremente; yo necesitaba un ambiente de paz.”
Con el paso del tiempo Menky también comenzó a necesitar ayuda. “No es fácil ver que los días corren y tienes un hijo en neutro, por el cual tienes que pelear contra el sistema para alcanzar tan poco o nada. Así mi chica se mantuvo en la escuela bajo el programa de Educación Especial hasta la escuela superior, donde al terminarla no tuvo diploma, sino un certificado como que cumplió x horas en el curso de pastelería... Y no me pregunten por los pasteles, es ahí donde me vendían el mundo maravilloso de Rehabilitación Vocacional, al cual llegamos y ¡wow, que paraíso!,” dice con cierto sarcasmo.
En el 2006 volvió a quedarse en casa con Alexandra, pero esta vez para siempre. Sobre ese momento, señala que “estábamos en la guerra de si valdría la pena enviarla a la Superior. Para tantos era perder el tiempo con ella y exponerla a peligros, pero ella era loca por estar en la guagua escolar y compartir con sus amiguitas. Le encantaba la escuela y era muy madrugadora. Yo confiaba en ella, pero ahora no podría estar con ella como antes.”
Todas las experiencias y sus presiones acumuladas hicieron su agosto en Menky. De un día para otro no regresó a trabajar, perdió la movilidad física y quedó sin reflejos. “Recuerdo aquella camilla y los doctores con algo punzante y un martillo de plástico me decían: ‘¿y aquí sientes? ¿Y acá?’ Ya no caminaba y así sola me quedé en una sala de emergencias hasta que la familia se enterara y todos fueran a darme la mano, en especial mi familia y la familia en la fe,” nos dice con un suspiro profundo. Pasaron los días con el dolor corporal sumado al más terrible que haya podido sentir: la desesperación de estar sin empleo, su hijo comenzando la universidad y Alexandra con múltiples necesidades.
Le diagnosticaron esclerosis múltiple. Su madre y hermano le llevaron a su casa y siempre estuvieron pendientes, pero resultó que fue Alexandra quien estuvo ahí 24/7 llevándole sopitas a la cama y ayudándola en todas sus necesidades. “Siempre me mantuve en el camino de la fe. Yo sabía que había un propósito pues a la vez estaba feliz de estar todos los días con mi hija, chequearla para que se fuera a la escuela superior y esperarla aunque fuera en la cama. Dios fue bueno y pude comenzar a levantarme antes de recibir cualquier tratamiento”, afirma.
Según Menky, todos los diagnósticos eran de lo peor, pero tomó mano de su espíritu aventurero innato, agarró el bastón y se fue a caminar y a disfrutar el aire fresco. Sobre su determinación, dice: “No estuve ni estoy de acuerdo con lo negativo de la situación y seguí viviendo como si nada, aunque a veces me duela hasta el alma y mis piernas se pongan pesadas y adormecidas. Yo le voy a la vida, a la fe y la esperanza de que vivo lo mejor.”
Actualmente, Alexandra sigue con su batería de médicos terapistas y psicóloga, y tiene que comenzar todos sus tratamientos desde cero, pero Menky sabe que lo lograrán porque para ellas “es ya una diversión, nos llevamos las mochilas y aprovechamos el viaje.” Pronto comenzarán a rendir labor voluntaria para su desarrollo ocupacional, para que siga viviendo dignamente cuando Menky no esté. “Nosotras actuaremos y tan pronto Dios toque algún corazón llegará el lugar adecuado. Ella estará disponible para realizar labores voluntarias. Nosotras vamos solo en busca de la oportunidad y que aprenda a su vez.
Mientras tanto, Menky y Alexandra seguirán el rumbo de sus piernas por los montes de Puerto Rico, dando gracias por la vida y por tener esa oportunidad de compartir juntas. Con la sonrisa que le caracteriza en cada aventura, asegura que el final le llegará con las botas puestas y que les habrá borrado el ‘marcamillas’ muchas veces. Conociéndola como la conocemos, sabemos que no habrá un centímetro en las montañas borinqueñas que Alexandra y ella no crucen.
“Mi pensar es que no voy a esperar mi final en cuatro paredes y que voy a explotar a las que me pueden traicionar, mis piernas, y las voy a pasear por todo lugar. Al fin y al cabo existe el 911, así que me saquen de un monte porque la vida es una aventura hasta el final y nosotras la sabemos valorar.”
- Menky Ma Lu