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Por las gafas de un niño

Hace poco vi un video en Facebook que mostraba dos niños, uno de tez blanca y el otro de tez más oscura, como ellos se peinaron con el mismo estilo y decidieron ser “gemelos,” llamaron la atención por que ninguno de los dos parecía notar la basta diferencia entre ellos.



Y es que, así era yo a los 14 años, no veía ninguna diferencia entro yo y las otras chicas de mi salón. Hasta donde tenía entendido, me desarrolle igual que ellas, teníamos las mismas oportunidades y derechos y nuestras madres nos ofrecían los mismos sermones de adolescencia. Por eso, cuando sentí que me atraían más las chicas que los chicos, no me pasó por la cabeza que eso era algo que tenía que esconder de lo demás o que me iba a distinguir de otros. No dude ni un segundo en comentarles a mis familiares y amigos más cercanos. Yo conozco a mis papás y amig@s, ellos son “open minded”, comprensivos y para nada va a afectarles el hecho de que mi orientación sexual sea otra. Con esta mentalidad, confiada y segura de mí misma, daba por hecho, de que mi noticia no era nada grande y que la importancia de mi orientación sexual era la misma que la importancia del color de mi ropa ese día: ninguna. Un día entonces, surgió el tema y no pude evitar confesarle a mi mamá los sentimientos que tenía hacia una compañera. Así, natural, como si estuviera contándole mi día. La respuesta de mis allegados no fue en nada la que esperaba. Por primera vez en mi vida, me sentí diferente, separada y rechazada. Ahora sentía que había algo malo en mí, como una maldición o hechizo que debía cargar. Que cada vez que conociera a una nueva persona, eso era lo primero que iban a saber de mí y basado eso iban a tomar una decisión en cuanto a si seguían interactuando conmigo o no. La vida como la conocía, se acabó.



No sé porque fue tanto “shock” darme cuenta de que las personas te juzgaban basado en tu orientación sexual, en una sociedad donde nos juzgan por nuestro color de piel. Quizás fue el rechazo directo de las personas más cercanas a mí que me tocó más fuerte o que simplemente me creía exenta de problemas en la vida, pero yo era como los niños del video, no veía colores. De niñ@s, no tenemos prejuicios, nos basamos en instintos y vemos las cosas más sencillas. ¿Por qué no podemos ser más como niñ@s ahora? ¿Por qué queremos categorizar todo, segregar, rotular? Y yo solo puedo hablar de mi experiencia, de lo que me ha tocado vivir y de ahí me dejo llevar para solo suponer, lo que es ser discriminado por tu color de piel, raza, u otros factores de los cuales uno no tiene control. Es más, no me gusta ni decir raza, porque no creo en ellas, porque que somos iguales; humanos. Yo soy mujer, latina, lesbiana pero sobre todo Andrea Paola.

Afortunadamente, según vi la oscuridad, llegó la luz, porque hay otros como yo, que no distinguen, que no ven colores. Somos nosotrxs, los que tenemos que enseñar a los demás, los que tenemos que asegurarnos que ninguna persona se sienta diferente. Todos en la vida podemos recordar un momento donde no nos hayan hecho sentir a gusto, donde quisiéramos haber nacido otras personas. Entonces creo que además de ponernos los zapatos de otros, también nos debemos poner las gafas de niños.

 

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