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Un fenómeno llamado Hillary



Hillary Clinton es la candidata más preparada y experimentada en la presente contienda electoral de los Estados Unidos. Sus triunfos, fracasos y pruebas le ponen en una excelente posición para reconocer los retos de la presidencia y ejecutar al más alto nivel en el mundo. En términos político-administrativos, pocas personas (incluyendo hombres) llegan a este punto con un resumé más impresionante.


Experiencia en la gobernanza de un estado: check.

Experiencia en el Congreso: check.

Experiencia en la Casa Blanca: check.

Experiencia en asuntos internacionales: check.

Preparación académica: check.

Inteligencia: check.

Experiencia profesional: check.

Experiencia familiar: check.


Clinton ha ocupado puestos en todos los niveles políticos de los Estados Unidos, ya sea directamente como Senadora y Secretaria de Estado, o como Primera Dama de Arkansas y de todo el país. Si alguien ha visto cómo se hace gobierno y ha hecho gobierno, es ella.


Entonces, con tanta experiencia y preparación, ¿cómo es posible que una persona como Donald Trump tenga una oportunidad real de ganarle en las elecciones? Sencillo: es mujer. La vara para ella ha sido puesta mucho más alta que para todos los hombres que han ocupado el puesto, al menos en tiempos recientes. Todos los presidentes han llegado a ese puesto con algunos o mucho esqueletos en su clóset. Algunos se han llevado al 1600 de Pennsylvania el cementerio entero. A ninguno le dieron tan duro por tantas estupideces como le están dando a Hillary. Ni en los señalamientos más serios les dieron tan duro como le están dando a ella en los suyos.


Puede que coincidamos o no con sus principios políticos, pero no hay espacio para decir que no está preparada. Puede que no nos guste su forma de expresarse o las acciones que ha tomado en su carera política o profesional, pero no podemos negar que tampoco han sido peores que las de muchos otros que han caminado el mismo trecho hasta la Casa Blanca. Podemos decir que es muy liberal, o muy politiquera o hasta muy insulsa, pero nada de eso nos ha detenido antes para votar por un candidato de nuestro partido al puesto más alto de país (nos referimos a Puerto Rico, no a estados Unidos, aunque el argumento también aplica los de “allá’).


La realidad es que juzgamos a Hillary con más pasión y menos empatía porque es mujer. Son muchos los estudios que prueban que tanto hombres como mujeres juzgan más severamente a una mujer que a un hombre por los mismos hechos o la misma forma de ser. Y volvemos Trump. Imagínese si Hillary hubiese dicho o hecho la mitad de las cosas que ha hecho Trump en su vida privada. Imagínelo. No hubiese pasado de primera base. Imagine si Hillary se hubiese presentado como candidata a presidenta sin una sola experiencia de servicio público, solo como una “reality show star”. Imagínelo. No le hubiesen dado ni los buenos días en un partido.


Esa es la realidad cruda que no queremos ver. Buscamos todas las fallas que tiene como candidata para justificar que nuestro mayor temor es tener una mujer corriendo los destinos de todos. Peor aún, somos nosotras mismas quienes perpetuamos en nuestras familias ese tipo de sentimiento, esa doble vara que exige a una mujer ser mil veces mejor que un hombres para que siquiera pueda ser considerada como aspirante a un puesto que tradicionalmente han ocupado hombres.


No podemos pedir más (ni menos) a Hillary por ser mujer, ni debemos permitirnos que eso sea razón para pensar que no puede ser presidenta. Si creemos en la igualdad, debemos aplicarla igualmente a las fortalezas y debilidades de los seres humanos. Eso no significa que apoyemos las cosas malas que haya hecho una mujer simplemente porque es mujer, pero tampoco que la juzguemos con más severidad por las mismas cosas que los hombres han hecho en sus carreras políticas.


Hillary representa mucho para todas nosotras. Estados Unidos, con toda su aura de libertad y democracia, es uno de los países democráticos donde más atrasada se encuentra la igualdad entre el hombre y la mujer. Muchos países, incluyendo latinoamericanos, han elegido mujeres a la presidencia. Algunas han triunfado como presidentas, otras fracasado. Pero han llegado. Ahora le toca el turno a los Estados Unidos.


Salvo una hecatombe impredecible, Hillary será la próxima presidenta de los Estados Unidos. Hubiese sido mejor que los americanos hubiesen escogido mejor a su adversario, pero eso no puede cambiarse ahora. Es más, es muy importante que sea Trump, porque sirve de espejo a los males de la democracia estadounidense, dejando ver cuán difícil es llegar siendo mujer, aún cuando el oponente es un payaso imbécil que no debería estar siquiera corriendo.


La victoria de Hillary en menos de un mes debe recordarnos que ser el mejor y estar capacitado para dirigir a un pueblo no es cuestión de sexo, es cuestión de preparación. Tenemos que aprender y vivir ese principio cardinal. Hillary está preparada hace rato.


 

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